La corrupción no se puede parcelar por siglas

Me parece preocupante que la corrupción se fragmente: ¿hubo más en el Madrid de Bárcenas y Granados, o en la Valencia del bigotes, en la Andalucía de los ERE, en las Baleares de Munar o, claro, en la Cataluña del tres por ciento para Convergencia? No estoy seguro de que una comisión investigadora que sesione en el Parlamento pueda o deba circunscribirse a las pasadas trapisondas del PP y su financiación sin duda altamente irregular en algunos momentos, dejando a la ciudadanía con la sensación de que no nos atrevemos a entrar en el inmenso pudridero de Cataluña. O, si usted quiere, obviando investigar lo que durante años ocurrió en tierras andaluzas, que es materia algo virgen todavía.
Se equivoca Ciudadanos, que es un partido que permanece ajeno a una corrupción sistematizada, planteando la lucha contra esta plaga como si hubiese sido un patrimonio del PP. Creo que algunos dirigentes de la formación naranja ya se preguntan si no habrán cometido un error concentrando sus cañones en la pequeñez del caso murciano. Cuando es un clamor nacional la necesidad de un pacto que sofoque la vergüenza producida últimamente con, por ejemplo, lo que vamos conociendo sobre la financiación del partido que durante tantos años gobernó en Cataluña. Las declaraciones judiciales de “Mollet” –la simbiosis de Millet y Montull– producen un sonrojo tal que debería obligar incluso a los actuales rectores del partido heredero de Convergencia a mantener la boca cerrada, la cabeza gacha y sus almas fuera de la política. Para siempre.
Pero ahí siguen, incluso pretendiendo volver a mandar en la plaza de Sant Jaume, ¿verdad, Artur Mas?, obviando el bochorno que han producido hasta a sus propios socios. No en vano me cuentan que Oriol Junqueras, el líder de Esquerra, va susurrando por las esquinas que cómo diablos se va a acometer nada menos que un procés independentista en medio de la constatación de que la clase política gobernante, que inició y aún impulsa la independencia, estaba literalmente podrida. Robando a los catalanes mientras, envueltos en la estelada, gritaban aquello de España nos roba.
Por ahí, precisamente, por agrupar a Esquerra, y a Podemos, a todos, podría pasar ese gran pacto contra la corrupción. Incluyendo, claro, la del PP, que ya está pagando su precio; la del socialismo andaluz, que ya se ha cobrado algunas cabezas, y todas las demás. España puede vanagloriarse ahora, tras un pasado estremecedor, de ser un país escasamente corrupto, en el que, si acaso, se persiguen con saña casos de corrupción que ni siquiera tienen entidad para llegar a serlo. Pero hay que tranquilizar a los ciudadanos acerca de la imposibilidad de que vuelvan a repetirse casos y cosas como las que hemos ido conociendo en los últimos años. Y eso no pasa, por ejemplo, por la perpetuación en la Generalitat de personajes que transigieron con prácticas irregulares, ilegales o simplemente mafiosas.
El Parlamento, una vez que los tribunales están, con retraso y algunas irregularidades, cumpliendo con su misión, es el lugar adecuado para ajustar cuentas con ese pasado lamentable, que de ninguna manera puede extenderse hasta el presente. Por eso podemos reclamar ese enorme pacto sin tapujos contra la corrupción. Bien harían en entenderlo así desde Rajoy, siempre reticente a estos pasos espectaculares, hasta el último alcalde de una ciudad catalana. Pasando por Rivera, que tiene un enorme papel, mucho más relevante que la cuantía de sus escaños, que jugar en este asunto.

La corrupción no se puede parcelar por siglas

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