Y ¿para cuándo una foto con Casado?

Uno, en su invencible optimismo, cree ver en esa comparecencia conjunta de Pedro Sánchez e Isabel Díaz Ayuso en el patio de la Casa de Correos, la sede de la Comunidad de Madrid, un indicio de distensión, de acercamiento entre orillas que hasta ahora eran acérrimas enemigas. Creo que ambos estuvieron bien, aparcando sin reproches ni reticencias (visibles) pasados tambores de guerra, ciertamente inexplicables en unos tiempos de zozobra para los ciudadanos en la Comunidad Autónoma más complicada, populosa, desigual y, sin embargo, rica, de España.

Tanto Sánchez como la presidenta de la CAM hicieron su papel, olvidando las confrontaciones gratuitas, alentadas tantas veces por sus respectivos entornos, incluyendo los mediáticos. Hay que reconocer que hubo temas no explicitados en lo que será la lucha conjunta Gobierno central-Gobierno de Madrid contra los desafíos que plantea el virus: pienso, por ejemplo, en la necesaria cooperación con las autonomías vecinas, que deberían prestar sus facilidades hospitalarias y de otro tipo a las necesidades de la megalópolis y de la mega-Comunidad. Pero parece que se ha dado un primer y gran paso adelante. No es el momento de andar hablando de mociones de cesura ni en golpes palaciegos, que tanto han abundado en la Comunidad que alberga a la capital de España.

Si convenimos, y me parece que todos convienen, en que el acercamiento entre el Gobierno central y el de la Comunidad de Madrid ha sido acogido como una gran noticia por toda la población, resulta aún más difícil de entender que una comparecencia conjunta similar a la de la Casa de Correos no se produzca, en La Moncloa, en el Congreso o donde fuere, entre el propio Sánchez y Pablo Casado. Ya no se pueden argumentar ni diferencias ideológicas ni, menos, antipatías personales para justificar los mutuos alfilerazos, que a veces ofenden a la inteligencia de quienes los contemplan, pensando que no son sino juegos partidistas de patio de colegio.
Es urgente el acercamiento entre Sánchez y Casado, como tantas veces han puesto tantos de manifiesto. Porque el acercamiento para

combatir juntos la catástrofe, si es bueno para Madrid, no tiene por qué ser malo para el conjunto de la nación, sometida a tantos retos internos y externos. No caben más sesiones de control parlamentario como la que vivimos el miércoles, y tantos otros miércoles, que llegan a provocar vergüenza ajena por la zafiedad y simpleza de los ataques mutuos. Es una guerra que solamente puede agradar a los extremismos –Unidas Podemos, los grupos separatistas y Vox--, interesados en la ganancia de pescadores que sigue a un río revuelto; es decir, interesados en la quiebra del sistema, para modificarlo de manera radical.

Los llamamientos a la unidad que constantemente hace Pedro Sánchez deben verse respaldados por los hechos, no meramente por la palabrería. Quisiera pensar, en suma, que lo ocurrido este lunes en la Puerta del Sol madrileña no quedará solamente en esto y aquí. Ya no podemos perder mucho más tiempo en berrinches de políticos de medio pelo. Así, como suena.

Y ¿para cuándo una foto con Casado?

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