Las encuestas dirán que el PP no ganará, pero ¿y si gana?

 

Conozco ya los pronósticos de alguna encuesta importante por llegar que insiste en lo mismo: el PSOE gana, pero manteniéndose y, si acaso, ligeramente a la baja –lo de Franco parece no haber ayudado mucho–; el PP sube algo –algo, no lo suficiente para albergar planes de gobernación–; Ciudadanos baja, pero algo menos de lo que se dice, lo mismo que Podemos; Vox, definitivamente sube, –y como se tensen las cosas en Cataluña, más–;y el partido Más País no acaba de levantar vuelo, no al menos tanto como allá cuando el despegue, cuando todos hablaban del personaje Iñigo Errejón, algunos podían suponer. Ah, y que no se me olvide: Esquerra Republicana ganará de lejos las elecciones en Cataluña. Estos son los mimbres para el futuro de todos nosotros, que nos la jugamos dentro de dos semanas. Estos son los mimbres... a menos, claro, que las encuestas se equivoquen. O que haya un viraje brusco que nadie puede descartar en este país de las sorpresas.

Entramos en los días de las encuestas que son como misiles, en el pre-debate que todos apuntan como decisivo, en las penúltimas zancadillas. Nadie sabe qué va a ocurrir en este país nuestro a partir del 11 de noviembre, cuando ya sepamos el camino que van a marcar las urnas, ni si nuestros políticos seguirán ese camino. Solo sabemos que este desgobierno, o gobierno en funciones, no puede seguir mucho tiempo. Y que las recetas para ese porvenir que alumbrará –u oscurecerá– el resultado electoral no se conocen, más allá de algunas ‘boutades’ contenidas en programas hechos más para ocupar los titulares de los medios que con un afán real de cambiar de verdad cosas en esta magnífica España que se nos va quedando anticuada en algunos aspectos.

Y no, no es a mero golpe de manifestaciones como resolveremos la cada más inquietante situación de Cataluña, que es el eje central de esta campaña electoral en la que, de hecho pero aún no oficialmente, vivimos. Me preocupan, más que las bravatas de un Quim Torra que se desprestigia cada día, que haya centenares de alcaldes catalanes que, vara de mando en mano y el sentido común ausente de sus cabezas, acudan a la Generalitat a apoyar a un president que está, literalmente, arrasando con la Comunidad Autónoma que fue la más rica y próspera de España y que ya ha cedido ese puesto a Madrid. Como me preocupa ver que, en un afán desmedido por arrimar el ascua cada cual a su sardina, proliferen las mentiras de campaña: que si el PSOE es cómplice del independentismo o que si el PP, si gana, se echará del todo en brazos de Vox, en lugar de procurar un acercamiento trasversal a un apoyo del PSOE.

Porque hay que considerar la posibilidad de que las encuestas estén fallando y concedan una subida al PP menor de la que está, en realidad, experimentando gracias al hundimiento de Ciudadanos y al desgaste en la gobernación de los socialistas. O tampoco cabe descartar que los acontecimientos, desde lo que vaya ocurriendo en Cataluña con el chiflado Torra hasta, yo qué sé, algún aldabonazo procedente de la UE, pasando por alguna sorpresa en el debate ‘a cinco’ del día 4, propicien un vuelco en algún sentido.

Entonces, en el caso improbable de que el PP ganase por un escaño al PSOE, ¿se avendría Pedro Sánchez a facilitar un Gobierno de Pablo Casado absteniéndose en su investidura, como el hoy presidente en funciones pide que haga al presidente del PP? Me encantaría saber que hay un ‘pacto oculto de caballeros’ --ninguno de los dos podría, sería una locura, revelarlo en campaña-- entre ambos. Y me encantaría también constatar que no se repetirá la tentación de un ‘Gobierno Frankenstein’ con Pablo Iglesias de contertulio. Si puedo elegir, todavía prefiero ser Alemania que Portugal, la verdad, sobre todo con los, ejem, peculiares elementos que tenemos en España.

Las encuestas dirán que el PP no ganará, pero ¿y si gana?

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