Entrevistar al tirano ¿es blanquearlo?

Nicolás Maduro, vaya por delante, es un tirano. Quizá atípico, pero tirano al fin. Eso, y que a mí me hubiese gustado, como Jordi Évole tuvo la suerte de hacer, entrevistarle, para una cadena importante y en prime time. Y me hubiese gustado hacerle algunas de las preguntas que el de “Salvados” le hizo; por ejemplo, por qué su régimen había detenido a tres colegas de un medio español –Efe– y a otros de otras nacionalidades. Maduro negó todo, como corresponde a un tirano, pero lo cierto es que se impuso a un Évole quizá impresionado por la escenografía y, en el fondo –es humano y a quien suscribe le ha ocurrido–, agradecido por la oportunidad periodística.
Pero reconozco a mi colega todos sus méritos, que son muchos. Es fácil criticar desde la barrera del sofá lo que hace otro allá en Caracas, entrevistando oportunísimamente, la víspera de que España y toda Europa retirasen su reconocimiento al tirano, a un tipo que tiene el cuajo de llamarte “Jordi”, para demostrar al mundo que hay una complicidad entre preguntador y preguntado, complicidad que me parece que no existía en absoluto.
Puede que a Maduro le saliese bien la jugada. Se presentaba como víctima indomable de Trump y de sus “acólitos”, es decir, la UE, con Pedro Sánchez ahora a la cabeza –después, por cierto, de haber llegado tarde en su reacción ante la autoproclama de Guaid–. Está claro que el presidente español se ha convertido en uno de los principales enemigos para un Maduro al que esperemos que le queden horas de permanencia en el sillón, porque, si no, las cosas se van a poner muy difíciles. Por cierto, las gentes de Guaidó también buscan contrarrestar la ofensiva mediática de Maduro ofreciendo encuentros periodísticos con el ahora reconocido presidente, no sé si de facto o también de iure; menudo lío.
Pero vuelvo a lo de Évole. No es la primera vez que las iconoclastas redes sociales atacan a un medio y a un profesional por entrevistar a alguien “no conveniente”; ocurrió, por ejemplo, con Televisión Española cuando entrevistó a Oriol Junqueras. No sé si la televisión oficial, en la que impera el caos de no haber sabido cumplir sus propios compromisos en cuanto a elegir una nueva dirección –qué desastre ese concurso”–, hubiese salido indemne del tiroteo en las redes si uno de sus magníficos periodistas internacionales hubiese entrevistado a Maduro en el plan estelar en el que Évole lo hizo.
Y voy a la pregunta con la que encabezo este comentario: entrevistar a Maduro, como lo hizo Évole, ¿le beneficia? Maduro cree que sí: está, dicen, satisfecho. Yo creo que no: quedaron al aire sus mentiras, su prepotencia, sus trucos. Yo le hubiese entrevistado con mucho gusto, y lo mismo pienso de la inmensa mayoría de mis colegas. Y que, cuando peor lo hubiera hecho, lo hubiera hecho como Évole, con todos los clarocuros que usted quiera. Libertad de expresión es también saber lo que el tirano tiene que decir. Aunque a veces haya que hacer algunas pequeñas concesiones para conseguirlo.

 

Entrevistar al tirano ¿es blanquearlo?

Te puede interesar