Lo que pienso de los presos

siempre he pensado, y dicho allá donde podía hacerlo, que me parece injustificada la prolongación de la prisión preventiva para los políticos catalanes presos, que, por supuesto, algún día tendrán que responder ante los tribunales por sus delitos en relación con el intento de golpe de Estado secesionista del pasado mes de octubre. Eso, claro, ocurrirá en su momento y, hasta entonces, mucha agua ha de correr bajo los puentes que habremos de tender.
Y, siendo, como soy, contrario a su actual permanencia en la cárcel, no puedo, obviamente, sino aplaudir el acercamiento de todos ellos a penitenciarías catalanas. Es algo que está sugerido en la Constitución y que es, además, de sentido común: no puede incrementarse el sufrimiento de estos políticos y de sus familiares con la lejanía. Máxime cuando me parece que ya no se dan las condiciones para seguir con el encarcelamiento provisional impulsado, sobre todo, por la acusación particular de un partido que, como Vox, carece de representación parlamentaria y de tareas de gobierno en parte alguna.
El juez instructor Llarena ha de acabar cuanto antes su instrucción, dejar el paso libre a otras opiniones judiciales y a las nuevas ideas que se correspondan con la nueva situación política. Que, por cierto, poco tiene que ver con la anterior, para lo bueno y también para lo malo. El próximo encuentro de Pedro Sánchez con Torra no podía hacerse sin aportar algo más que el palo y las togas judiciales, por un lado, y la cerrazón inflexible y cazurra que está, hasta ahora, mostrando el president de la Generalitat, con su mentor moviendo los hilos desde Alemania, ahora, para colmo, investido con el ropaje oficial de ex president. Confío en que la buena voluntad, muy mal comprendida, me temo, en el resto de España, mostrada por el Gobierno central tenga algún tipo de repercusión en las áreas independentistas catalanas. Torra, que no ha dado muestras de ser un buen político, sino un gran sectario, habrá de entender que, insistiendo en lo imposible, nada obtendrá. Confío en que Sánchez, sobre quien aún albergo dudas acerca de su grado de capacidad política, sepa cómo vencer, sin que nos cueste demasiado caro, la cerril posición mostrada por el molt honorable, cada vez menos respaldado desde otras áreas independentistas, como Esquerra Republicana..
Y confío también en que el resto de España, o una parte de la opinión pública y publicada española, no siga ahondando en el divorcio social con Cataluña, que no es no solo con el independentismo catalán, a base de repudiar, como lamentablemente sigue haciendo Ciudadanos cualquier paso de aproximación. Y de acercamiento, que no solo me refiero a los presos. No, este acercamiento no puede verse, incluso aunque lo fuese, como una concesión al separatismo; creo que es, al contrario, privar a los victimistas de un motivo más de lamento.
Comprendo que existe un sector de la ciudadanía muy harto de las maniobras secesionistas, y nada partidario de que los presos catalanes vayan a prisiones en su tierra. Y lo mismo casi vale decir sobre los presos vascos, que tantos crímenes han cometido, pero que tan derrotados han salido. Es urgente una política penitenciaria de reconciliación nacional, lo cual es algo que nada tiene que ver con perdonar u obviar los crímenes y desplantes a las leyes que los actuales reclusos hayan podido cometer. Odiar el delito y compadecer al delincuente, como predicaba Concepción Arenal, es una buena receta. Y más si, encima, conviene al acercamiento, nunca mejor dicho, de todos los españoles.

Lo que pienso de los presos

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