La mala noticia de hoy. Y mañana, otra

Cientos de miles de españoles, cuando escribo esto ignoro cuántos, serán protagonistas este martes de la misma, mala, noticia: pasaron a engrosar las listas del paro. Serán, predicen todos, datos aterradores los que nos indiquen cuántas personas perdieron su empleo en el mes de confinamiento en abril. Cuántas tragedias personales y familiares se han producido, a sumar a las muertes, a las estancias en hospitales, en uno de los meses más angustiosos que pueda recordar la Historia de España en ochenta años. Y lo peor es que todas las predicciones económicas para los meses que vienen son malas: no hay espacio para el optimismo. Y este miércoles temo que tendremos otra pésima nueva, esta sí evitable. Pero no espere usted nada.

Sí, este miércoles se producirá, si conversaciones reservadas de última hora no lo remedian, el desencuentro definitivo en el Parlamento entre las dos principales fuerzas de la nación. Este desencuentro, puramente político, se centrará, sin embargo, en una cuestión sanitaria: la autorización o no al Gobierno para prorrogar de nuevo el estado de alarma, aunque en fase menos severa de lo que veníamos conociendo. No soy técnico en la materia y desconozco cuán necesaria sea esta prórroga desde el punto de vista relacionado estrictamente con la lucha contra la extensión del virus: quiero creer que quienes nos organizan (es un decir) esta vida confinada saben por qué hacen lo que hacen.

Pero sí creo que es imprescindible el famoso acuerdo para la reconstrucción del país, y que tal acuerdo se aleja en el horizonte.
No pactan, sencillamente, porque no quieren. Porque los unos, a la vista de que mejoran los datos de contagios y muertes, esperan sacar adelante la crisis, convirtiéndose en los héroes, casi los salvadores. Y los otros esperarán al hundimiento del Gobierno para, entonces, entrar en acción. Criterios, como se ve, escasamente solidarios con el sufrimiento del país.

Sánchez no puede pretender que el Partido Popular diga nuevamente ‘sí’ a un estado de alarma que pone todos los controles en manos de este Ejecutivo, un Gobierno que está actuando con una muy escasa dosis de diálogo, de transparencia, sin hacer oferta alguna a cambio del apoyo a una prórroga que tampoco certifica nadie que vaya a ser ya de gran utilidad y que puede lastrar aún más la marcha económica. Y Casado debería poner sus exigencias sobre la mesa para dar el ‘sí’ a la petición del Gobierno: compartir efectivamente las responsabilidades de la gobernación en tan malos momentos para el país y democratizar la gestión y las formas para con la ciudadanía.
Solamente un cálculo sobre una hipotética ocupación del poder cuando este Ejecutivo de coalición ‘de progreso’ se hunda, puede explicar la falta de ambición de Casado por tratar de co-gobernar ahora. Teme desgastarse con lo que nos viene, que significará sin duda un empeoramiento de las condiciones actuales de vida de gran cantidad de españoles, si no de todos. Pero este cálculo puede resultar equivocado y tener un ‘efecto boomerang’ sobre las esperanzas del Partido Popular: hay encuestas que aseguran que el noventa por ciento de los españoles quiere un acuerdo, algo, lo que sea, que les garantice alguna esperanza: creo que están, estamos, deseando confiar en esa ‘clase política’ que, semana tras semana, les falla. 

No nos fallen más. Vean las cifras del paro de este martes, imaginen los cientos de miles de rostros desesperados en sus hogares. Y no les fallen, no nos fallen, más. Estamos hartos de malas noticias: necesitamos algo esperanzador, para variar.

La mala noticia de hoy. Y mañana, otra

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