No corra, Sr. Sánchez

uienes estuvimos en la sesión constitutiva del Congreso, tenemos motivos más que suficientes para andar preocupados. Cuando el Legislativo, que es el arquitrabe de la democracia, tiene un comportamiento circense es que algo muy serio se está resquebrajando en la coherencia política de un país. Y la coherencia, así como el respeto a la palabra dada, son ingredientes fundamentales en la estabilidad del Estado.
Algunas cosas se rompieron, quién sabe si por bastante tiempo, el día en el que se dio el primer paso hacia lo que será, o no, esta Legislatura. Por ejemplo, la credibilidad en la cooperación de las ‘fuerzas de la derecha’. También se ha acabado la credibilidad en los móviles ‘benéficos’ de la izquierda. Y, por fin, estalló cuanto ya había comenzado su explosión al comienzo de la crisis, hace ya cuatro años: toda sombra de consenso constitucional. Habrá que inventar ahora fórmulas nuevas. Radicalmente nuevas.
Puede que tales fórmulas consistan en la ‘conllevanza’ del PSOE con Esquerra Republicana de Catalunya. La dificultad de este ensamblaje se mostró claramente este martes apenas en las estrafalarias fórmulas utilizadas por ERC para acatar una Constitución, la española, que es monárquica. Sabido es que los republicanos catalanes desdeñan acudir incluso a las consultas con Felipe VI en La Zarzuela para la investidura: ¿volverán a plantar al jefe del Estado, de ese Estado que, dicen sin la más mínima convicción en el PSOE, Esquerra va a contribuir a sostener?
Ignoro qué le habrá dicho la presidenta del Congreso al Rey cuando acudió a comunicarle, en visita protocolaria, que la Legislatura se ha puesto en marcha. Pero, si yo fuese Felipe VI, condenado por la Constitución casi al mutismo total en estos trámites, estaría inquieto ante el rumbo que van tomando las cosas.
Ante este panorama, lo peor que podría ocurrir sería que Sánchez se dejase llevar por las prisas en su por otra parte indeseable negociación con el partido que preside, desde la cárcel, Junqueras, pintoresca situación, a fe mía. La prisa es mala consejera, sobre todo cuando necesitas correr para que no se noten demasiado los jirones en la vestimenta. O que, como el rey del cuento, vas desnudo. El país, al menos el ‘país político’, está en estado de ‘shock’ y supongo que acostumbrarnos a lo inédito, a lo ilógico, como si fuese cotidiano y lógico, exigirá mucha medicina de imagen ante la opinión pública, esa medicina que tan bien sabía administrar, hasta ahora, el doctor Redondo.
A partir de aquí, podemos pedir un esfuerzo suplementario a la oposición para que trate de evitar lo que, al menos para mí, se evidencia como una catástrofe; pero me parece que es condenadamente difícil esperar una reacción por parte del PP, que no quiere meter sus manos en el avispero, suponiendo que Pedro Sánchez se lo pidiese, que será que no. Podemos también cruzarnos de brazos y esperar a que el tinglado se caiga, dentro de semanas, meses o años (no muchos) y, mientras, hacer balance de los daños. Podemos -empieza a ser mi caso: soy uno de esos seis de cada diez que, dicen las encuestas, opta por este presunto mal menor- aspirar a una nueva convocatoria electoral, aunque, si no se arregla la normativa al respecto, poco se solucionará. O quizá adoptar la táctica Rajoy’, ahora que el ex presidente se ha puesto tan de moda, consistente en aguardar a que todo se pudra. Y entonces estaremos en el pudridero. Escojan.

No corra, Sr. Sánchez

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