Y tú ¿piensas vacunarte?

Vacunación’ es la palabra que nos ha invadido en los titulares periodísticos y también en las tertulias con amigos. “Y tu ¿piensas vacunarte?”. Mil veces me lo han preguntado en las últimas cuarenta y ocho horas, mientras las potenciales principales productoras de la vacuna que nos salvará no sé si de la infección, pero sí del terror, pugnan por convencernos de las ventajas de ‘la suya’ frente al producto de los competidores. Hace un mes nos angustiábamos porque veíamos que la vacuna no llegaba y ahora estamos a punto de tener una inflación de ellas, lo que son las cosas. Y lo más curioso: hace un mes reclamábamos el bálsamo de Fierabrás, como si culpa de nuestras autoridades fuera que no nos llegara, y ahora resulta que la mayoría de la población dice que no tiene intención de someterse al pinchazo.

Yo creo que en este rechazo a la vacuna por parte de más del cuarenta por ciento de las personas encuestadas al respecto anidan muchos factores: el principal, que ya la gente no se cree nada de lo que le cuentan, y no digo yo que les falte razón para ello. Ahí está, sin ir más lejos, el presidente del Gobierno anunciando aque, para primavera, la mitad de los españoles estarán vacunas, cuando, de hecho, la vacuna sigue sin ser una realidad tangible e incuestionable. Ha sido mucho lo que nos han mentido, lo que han pretendido, o eso creemos, ocultarnos. Y ahora miramos con recelo esa competición comercial sobre que ‘si la mía es más fiable que las otras’ o que si necesita menos temperatura para conservarse que las demás. Supongo que son las miserias de la condición humana.

Hay también una posición diletante, de separarse del vulgo en las ansias de normalidad y de rodearse de una capa de seguridad, que es lo que el efecto placebo de la vacuna va a darnos. Allá los negacionismos: hace tiempo que no creo, y los años van haciendo que tome conciencia creciente de ello, que seamos indestructibles. Es más, somos enormemente falibles, lo suficientemente frágiles, como para que no nos fallen más tarde o más temprano uno o varios de los motores que animan nuestro cuerpo.

Yo sí me pondré, cuanto antes, en cuanto me lo permitan, la famosa vacuna: es mi forma de decirme a mí mismo que lo he hecho todo frente a la adversidad que nos ha llegado; si luego la cosa no resulta, no será ciertamente por mi culpa

Lo que sí me preocupa es la actitud un tanto egoísta de quienes, por sentirse jóvenes e invulnerables, aseguran que no piensan aplicarse el aún no llegado remedio. Creo, la verdad, que estamos obligados a procurarnos salud y a procurársela a quienes nos rodean. Y esa cierta seguridad emanada de la sensación de que, al final, puede que haya remedio y, si no lo hay, para qué seguir penando por ello, me parece que tiene bastante que ver, si bien se mira, con procurarse la salud y una cierta dosis de seguridad. De manera que pido ya la vez para vacunarme, aunque la vez me la tenga que dar el doctor Simón, qué le hemos de hacer.

Y tú ¿piensas vacunarte?

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