Una semana que no cambió España

no esperaba más de la semana que concluye, la verdad. El encuentro entre Sánchez y Casado, sin ir más lejos, dio muy poco de sí y, encima, el presidente del PP fue denostado de manera algo brutal por la ministra portavoz, Montero: Casado, dijo, “no piensa cumplir con la Constitución”, se supone que por su negativa a aprobar los Presupuestos de Sánchez. Ahí queda eso. Pero el presidente del Gobierno sigue su rumbo: quizá ya tenga en la mano la aprobación de unos Presupuestos que quizá no sean ‘de país’, porque al menos el PP se queda fuera, pero sí serán ‘de guerra’. De guerra entre Podemos y Ciudadanos, que me parece que andan algo eufóricos con los empujones que le están propinando a Iglesias. 
Quizá estos no hayan sido los siete días que han cambiado España, pero sí la han removido algo: Esquerra ha logrado forzar a Sánchez a volver a la inútil mesa de ‘negociación con Cataluña’, dejando a un lado a Torra. A Sánchez no le han venido mal las desavenencias en el independentismo entre ERC y JuntsxCat.
Tengo para mí que la aprobación por el Gobierno, vía FROB, del proyecto de fusión Caixa-Bankia ha provocado un terremoto interno entre los ‘morados’, que dicen que se enteraron casi por la prensa. Y ahí comienza la cosa: muchos en Podemos se preguntan de qué les sirve estar en el Gobierno si no se enteran de nada, sus proyectos y programas no son tenidos en cuenta y lo único que consiguen es que Iglesias e Montero disfruten pisando alfombras rojas y chóferes que les llevan a Galapagar, y eso sin contar plurisueldos. Para colmo, ven que no es solo que Nadia Calviño y los ‘monárquicos socialistas’ les arrebaten las banderas de su programa de máximos y hasta de mínimos: es que la jefa de Ciudadanos, Inés Arrimadas, empieza a tener más influencia en La Moncloa que, digamos, la señora Montero (doña Irene, por supuesto), que nadie sabe qué hace en su Ministerio. Y comprenden perfectamente que, el día en el que UP abandone a Sánchez, el presidente telefoneará a Pablo Casado y que esa conversación se producirá en muy otros términos respecto a los del pasado miércoles. O sea, que Sánchez nada con varios flotadores, por si se le pincha uno.
Ocurre, pues, que Iglesias, el impulsor del Ingreso Mínimo Vital que casi nadie ha cobrado, el guardián de las residencias de ancianos donde siguen muriendo nuestros mayores por el puñetero virus, el hombre que quería derogar la reforma laboral con Bildu, el que, sin consultarlo con Economía ni con Hacienda, ha prometido dinero a los padres que tengan que quedarse en casa por la cuarentena de sus niños, sabiendo que no hay dinero para eso, ya no es para nada la solución y sí, cada día más, el problema. Y, aunque sus aventuras judiciales queden en nada, lo que me parece bastante probable, ahí están las encuestas que, con unanimidad, dicen que los ‘morados’ se pegarían el gran castañazo, y no solo en Galicia o Euskadi, si ahora hubiese otras elecciones. Porque los ciudadanos, con minúscula, se fían cada día menos de ellos, y Ciudadanos, con mayúscula, está encontrando creciente afecto en el duro corazón del sanchismo.
Puede, si nos fijamos bien, que, pese a las apariencias de que aquí nada se mueve, sea mucho lo que está empezando a mudar, confío en que para mejor, en este país asediado por la pandemia, por las angustias económicas y por las torpezas de quienes representan a la ciudadanía. Porque alguien parece estarse dando cuenta de que así esto no puede seguir mucho tiempo más. Lo veremos.  

Una semana que no cambió España

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