Los cien años del otro C. J. Cela

Faltan artículos y actos para conmemorar el centenario del nacimiento de Camilo José Cela. Los programados no son suficientes. Casi todos los países están orgullosos de sus Premios Nobel. El nuestro es cainita y prefiere destruir a los que llegan arriba. Afortunadamente Camilo José Cela Conde, su hijo ha rescatado la correspondencia entre Camilo y su primera mujer, Rosario Conde y ha editado un libro imprescindible.
Cela creó un personaje que escondía al verdadero Cela. Un personaje que se transformaba en función de las necesidades, del interlocutor o del medio: provocador, vanidoso, soberbio, ácido y hasta descortés, escatológico, devorador de todo y de todos, cordial... Seguramente habría ganado el Nobel igual, pero no habría sido lo que fue.
Yo entrevisté a Cela a principios de los 70 cuando escribía mi tesis fin de carrera. Camilo ya era uno de los grandes. Vendía más de cien mil ejemplares de sus libros. Le pedí una entrevista por carta y me recibió enseguida en su casa de Torres Blancas, en Madrid. Me atendió en camiseta, mientras Rosario Conde se movía por la casa y de vez en cuando nos interrumpía. Cuando nos despedimos me dijo que le mantuviera al tanto de mi trabajo y que le escribiera a Palma. Cuando le mandé el libro me mandó una carta en la que decía: “su libro sobre el nunca bien llorado Victor de la Serna es hermoso y lleno de fervor. Así se debe escribir. Reconforta leer libros como el suyo en un país en el que la mala leche se ha convertido en el deporte nacional. Víctor bien se merecía el homenaje que usted ha sabido brindarle; se lo agradezco, como amigo del gran hombre desaparecido, de todo corazón”. Cuando más tarde visité su fundación en Iria Flavia, tuve la ocasión de ver todos los recuerdos que él  fue guardando. Allí estaban también las cartas que yo le envié y la copia de las que él escribió a un joven estudiante de Periodismo. Lo guardaba todo porque sabía que iba a ser uno de los grandes escritores de todos los tiempos. El Cela soberbio y provocador escondía a otro que abrió de par en par las puertas de su casa de Mallorca a muchos estudiosos de su obra. Otro Cela, el mismo Cela. Alguien al que no debemos olvidar nunca. 

Los cien años del otro C. J. Cela

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