¿Conferencia de presidentes?

Hay conferencias magistrales de apertura, de clausura, científicas, dialogadas, internacionales, sectoriales, de prensa, de expertos, aunque eso sea mejor no hablar en estos momentos; y videoconferencias.

Y hay también Conferencias de presidentes, como la que acaban de mantener Pedro Sánchez y los presidentes autonómicos, menos Torra, en San Millán de la Cogolla, donde nació el castellano, aunque no sea esa la causa por la que no acudió el presidente “de todos los catalanes”.

¿Qué fue la Conferencia de presidentes que, además, presidió el Rey? 

Una conferencia, según la RAE, es, entre otras definiciones, “una exposición oral ante un público sobre un determinado tema de carácter didáctico o doctrinal”, “una reunión de representantes de una agrupación para tratar asuntos importantes de su competencia”, el “órgano constituido por el conjunto de los asistentes a una conferencia” o la “conversación entre dos o más personas para tratar de algún asunto”.

Hay también una definición de conferencia sectorial que es “órgano destinado a la cooperación respecto de una materia determinada entre la Administración del Estado y las comunidades autónomas”. Seguramente esto es lo que se ajusta más a lo que sucedió en Yuso, aunque para que una Conferencia de presidentes sea algo más que una acción de marketing hace falta un orden del día, unos trabajos previos entre todos los que participan para saber de qué se va a hablar: datos reales sobre los asuntos a discutir, debate sobre esos documentos y una propuesta de acuerdos.

De la Conferencia de presidentes solo salió una conclusión impuesta por el presidente Sánchez, sin que se pudiera ni siquiera discutir: “El reparto de los fondos de Bruselas lo haré yo personalmente”. No avanzó criterios ni argumentos. Tampoco explicó las concesiones en deuda y déficit al País Vasco para que su presidente aceptara acudir a la reunión en La Rioja, beneficios que no podrán tener las demás comunidades autónomas. No fue una conferencia. Fue una sucesión de monólogos -uno más largo que los otros- para llegar a una conclusión que ya estaba escrita antes de empezar. Nada en un vaso de agua vacío.

Ahora, parece que esas reuniones van a ser todos los meses. Siempre es mejor reunirse que no ha-cerlo. Pero eso sirve solo para que el presidente y sus acólitos digan o escriban, por ejemplo, que “la crisis del coronavirus ha reactivado los engranajes del Estado autonómico”. ¡Manda carallo! 

De momento, la próxima será a finales de agosto para tratar el comienzo del curso escolar. ¿Nos están tomando el pelo? ¿Diez o quince días antes de comenzar el curso? ¿Cambiarán las normas que ha fijado el Gobierno, las que han dictado las comunidades autónomas? Los profesores han dicho que con esos mimbres no hay curso posible, los centros están desbordados y los padres absolutamente desorientados. ¿No será pura propaganda grandilocuente para mayor gloria de Pedro Sánchez? 

Hemos salido de la primera ola sin un plan de desescalada y vamos a entrar en la segunda sin mejorar la atención primaria, sin hacer pruebas PCR como Alemania y otros países, con nuestra única empresa puntera en quiebra técnica y con el PIB hundido.

La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, ha dicho que “lo peor de la crisis en materia económica ya ha pasado”. ¿Dónde vive esta ministra? ¿A quién escucha? ¿Qué datos maneja? ¿Cómo va a conseguir hacer y aprobar unos presupuestos, si ni sus socios de investidura la apoyan y su presidente no se habla con el principal partido de la oposición? 

No es verdad –también lo sostiene Montero– que “la economía española cuando cae, cae más que los otros países, pero cuando se recupera lo hace más rápido”. Pero no se preocupen, en septiembre convocan otra Conferencia de presidentes, sin orden del día, sin papeles, le dan más pasta y algunas transferencias al PNV, se hacen la foto y todo arreglado.

¿Conferencia de presidentes?

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