Es Navidad y no nos enteramos

no es nada nuevo. Sucede todos los días y no nos enteramos. Ahora mismo, centenares de inmigrantes embarcados están buscando una posada-país que les admita y todos los países-posada les dicen que no. Igual que hace unos meses cuando centenares de hombres y mujeres vagaron por el Mediterráneo sin casi agua ni comida y, sobre todo, sin esperanza. A otros muchos les echan por la fuerza cuando llegan a las fronteras, con desprecio de cualquier derecho. Muchos mueren en el mar buscando una oportunidad que no llegará nunca. En nuestra propia casa, otros que no son inmigrantes ni gente que viene de fuera, son igualmente rechazados. Adela Cortina dice que despreciamos, incluso tememos al pobre por eso, porque es pobre, aunque sea una persona como nosotros.
La Navidad no es la fiesta del consumismo ni el momento en el que nos olvidamos, por un rato, de quién nos ofendía y le damos la mano. No es el momento en el que nos juntamos con toda la familia, incluido ese, esa o esos que no aguantamos salvo en esta cena. Lo que celebramos, lo que recordamos, es el nacimiento del Dios hecho niño hace más de dos mil años en un lugar muy lejano. Un acontecimiento que iba a cambiar el mundo para todos los que lo han habitado desde entonces y también para los que vengan, a pesar del tsunami de frivolidad e increencia en el que estamos sumergiéndonos.
Lo que se inició hace más de dos mil años fue, es, la mayor revolución de la historia. El momento estelar de la humanidad. La fe de una mujer, el nacimiento del niño Dios, la adoración de los Reyes, la matanza de los inocentes, la palabra de Dios, su sacrificio a manos de los hombres han cambiado el mundo. Frente a los mensajes de guerra y de odio imperantes, el de Jesús es el mensaje de la paz, de la igualdad, de la tolerancia, del prójimo. Un mensaje de Amor sin límites.
Durante estos veinte siglos, especialmente en Europa, también en Hispanoamérica, en muchas partes del mundo, todo ha sido impregnado por el mensaje de Jesús. No se entiende Europa si se la desvincula del mensaje cristiano. El arte, la música, la literatura, la vida entera están llenas de obras fantásticas en homenaje al Dios que se hizo hombre y que entregó su vida por los hombres, sin distinción de raza, género, riqueza o color. La Nochebuena lleva ese mensaje de paz, de igualdad, de generosidad, de solidaridad a cualquier lugar del mundo. La fiesta de Jesús, de José y de María. Esa que cantó Jacinto Verdaguer: “Salve, Morena/ de gracia llena/luz de este suelo. /Flor de la sierra, /Sol de la Tierra/ Puerta del Cielo”. Feliz Navidad a todos los que sufren, a los que no tienen a nadie con quien compartir la noche, a los que huyen de la guerra, a los que son perseguidos, a los que no encuentran cobijo, a los que han perdido la fe en el género humano, a los que no sienten el amor de nadie. Toquen o no las campanas para nosotros, miremos de frente al rostro de los más desfavorecidos, los favoritos de Jesús. Al menos durante un rato, miremos a los ojos de los otros con la generosidad del Dios que se hizo hombre por nosotros.  

Es Navidad y no nos enteramos

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