Insólito país

no es que hoy España sea el único país donde suceden cosas extrañas o donde hay comportamientos raros o desacostumbrados. Pero entre nosotros hay cosas, actitudes y comportamientos que no son habituales. Para empezar, tenemos un presidente que gana unas elecciones, alarga las negociaciones durante meses, las suspende por incompatibilidad absoluta con su socio “natural” y convoca otras para firmar con éste, veinticuatro horas después, un pacto que seguramente ya estaba acordado. 
Luego negocia con los independentistas para que le den su voto para el Gobierno de España y “garanticen” la gobernabilidad de un Estado, de un régimen y el cumplimiento de una Constitución, que rechazan de la A a la Z. El presidente y su socio natural infringen, además, su propia propuesta de negociar con luz y taquígrafos y, mientras se reparten los diferentes Ministerios y todos los cargos posibles, no dicen ni una sola palabra de lo que están pactando entre ellos ni con el independentismo catalán de la formación que preside Oriol Junqueras. Y, además el presidente en funciones pide a los partidos de la oposición que se abstengan sin condiciones y sin contrapartidas.
Los diputados que forman el Parlamento español acatan la Constitución con fórmulas que esconden una burla a la misma y los jefes de los dos sindicatos mayoritarios -en decadencia ambos y con escasos proyectos de futuro- acuden a visitar a los políticos presos por haber violado las leyes, para pedirles que cierren, como sea y cuanto antes, el acuerdo con el PSOE y Podemos. 
No les importa, tampoco, que estos votos lleven como contrapartida el derecho de autodeterminación o tengan como objetivo la independencia frente a España. Un Gobierno de izquierdas al precio que sea –aunque no pueda gobernar sin los votos de los independentistas y atado para las grandes reformas que requieren mayorías más elevadas– para evitar la terrible amenaza de la derecha, incluso del centro derecha constitucionalista. En todo caso no pagan ni los políticos ni los sindicatos, pagan los ciudadanos.
Una derecha, eso sí, dividida, enfrentada y capaz de dar un puesto más en la Mesa del Congreso a la izquierda, por el enfrentamiento de Vox y Ciudadanos. Una Cataluña donde el seny y la racionalidad hace tiempo que dejaron existir, y donde el presidente de la Generalitat y máxima autoridad del Estado en Cataluña es el mayor enemigo del Estado y donde el Parlament no solo viola las leyes sino que defiende a los que las incumplido y respalda a quienes, como los CDR, se convierten en el brazo armado de sus propósitos.
O un ex presidente del PSOE y de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves, al que los tribunales inhabilitan por un periodo de nueve años por su conducta en el caso de los ERE, corrupción a gran escala que ha tenido mucho que ver con el mantenimiento del Partido  Socialista en el poder en esa comunidad, que aprovechando que el presidente Pedro Sánchez calla y mira hacia otro lado, ha dicho que “el PSOE no tiene por qué avergonzarse del caso de los ERE”(¡!). 
Podríamos escribir un libro... Como el Ricardo III de Shakespeare, muchos de nuestros políticos están entregados en cuerpo y alma a los mecanismos para conseguir el poder. Lo que venga después, lo que hagan con él es otro asunto.  

Insólito país

Te puede interesar