Un Gobierno sin futuro

El Gobierno no solo no asume la catástrofe electoral que ha sufrido en Andalucía sino que se enroca en su debilidad y avanza hacia el precipicio. Las palabras de la portavoz del Gobierno al término del Consejo de Ministros reclamando una “oportunidad” legítima para Susana Díaz y descalificando el “indigno”, y todavía nonato, Gobierno de PP, Ciudadanos y Vox, son impresentables cuando el PSOE gobierna España con 84 diputados. Y la nueva rectificación de Pedro Sánchez contradiciendo lo dicho antes y afirmando que presentará unos Presupuestos que no pueden ser aprobados si no es con condiciones inaceptables, confirman que Sánchez solo quiere permanecer en el Gobierno al precio que sea.

Sánchez no ha conseguido apaciguar el conflicto catalán, pese a sus cesiones. La violencia toma las calles, los mossos son represaliados por el propio Govern que les manda, los políticos presos hacen una huelga de hambre que busca resquebrajar la independencia judicial o la firmeza del Gobierno y, sobre todo, tienen en su mano el futuro de los Presupuestos para 2020. Si ellos dicen no, el Gobierno caerá. Si ellos dicen sí, el Gobierno será su rehén. Eso siempre que el PNV acepte también apoyar a Pedro Sánchez, lo que no está nada claro.

El otro socio preferente es Podemos que ya ha empezado a prepararse para las elecciones. Ha perdido 300.000 votos en Andalucía pero está tratando de esconderlo y no asumir responsabilidades con la pantalla oportunista del antifascismo callejero, que es una manera de recuperar la guerra santa y los “cordones sanitarios” para frenar el cambio. La violenta cruzada que agita Francia puede trasladarse a España con más rapidez de lo que imaginamos porque los principios del republicano Pablo Iglesias se acomodan con enorme rapidez a sus intereses estratégicos.

Pero, sobre todo, lo trascendente es que la economía empieza a sufrir –a las grandes empresas les va mucho mejor que a la economía rea–; Europa mira hacia España con recelo; el mercado laboral se debilita lentamente –la creación de empleo se ha ralentizado un 17 por ciento en el último año–; la hucha de las pensiones sigue reduciéndose; y ninguna de las reformas anunciadas por los socialistas tiene posibilidades de salir adelante: ni la constitucional ni la laboral ni la educativa ni la de la Justicia. La práctica totalidad de los ministros ha perdido el crédito que tenían y el Gobierno se refugia en atacar a Vox, a la Iglesia, a la escuela concertada... Y a Franco. Lo avisaba la semana pasada Felipe González: “Se inventan problemas para eludir los desafíos”. Es posible que este Gobierno permanezca todavía un tiempo en el poder y que sus decisiones empeoren la situación. Pero es un Gobierno sin futuro. Dure lo que dure hasta que lleguen las elecciones. 

Un Gobierno sin futuro

Te puede interesar