Profesoras impúdicas

Los colegios de la Fundación Educatio Servanda en Alcorcón y Guadarrama (Madrid) exigen a sus profesoras que usen faldas que cubran las rodillas y que lleven los hombros cubiertos, eviten transparencias, escotes pronunciados y ropas ajustadas como los vaqueros y las mallas. Los zapatos, en verano, pueden ser un poco abiertos, pero no excesivamente. Lo ha desvelado el diario.es y según han contado algunas profesoras a la cadena SER se les pide que potencien la feminidad y tengan en cuenta el pudor a la hora de vestirse porque estaban incitando con su vestimenta a los alumnos mayores e incomodando a los sacerdotes. Más ellas que ellos, por lo que se ve, porque este pormenor en la manera de vestir se simplifica en el caso de los profesores a quienes solo se exige traje, corbata y pelo corto.
Ser reaccionario es una opción como otra cualquiera, llevar hasta estos extremos tan estricta concepción de la decencia destila un tufo rancio que remite a otros tiempos y que no hace falta explicar, pero lo indecente es que estos centros se sostengan con el presupuesto público y disfruten de un concierto que se paga con los impuestos de los ciudadanos. No merecería menor crítica si los centros fueran privados, pero prohibir exigencias como estas en ese ámbito requeriría procedimientos más sinuosos. Sin embargo, al ser centros financiados con dinero público, el Estado tiene los suficientes instrumentos como para suspender el concierto con este tipo de instituciones que exigen requisitos a sus profesoras que la Administración no podría imponer a funcionarias y trabajadoras públicas sin que suscitase un escándalo mayúsculo.
Y, en este caso, la Comunidad de Madrid no puede verse sorprendida. Estos colegios ya ofrecían actividades asimétricas a su alumnado: clases de ganchillo para ellas, visitas al Bernabéu, para ellos. Y el presidente de esta fundación ultracatólica, Juan Carlos Corvera, en el Congreso de Educadores Católicos celebrado en 2015, dejó claro su ideario al reivindicar un “feminismo femenino”, el que reconoce que las mujeres tienen una “vocación” distinta a la de los hombres y que “no pueden apropiarse de las características masculinas en contra de su propia identidad femenina”. Lo dicho, que piense lo que le venga en gana, pero que no se dedique a educar en esos rancios valores con nuestros impuestos.

Profesoras impúdicas

Te puede interesar