La deriva independentista

No hay día que pase en el que la prensa y los demás medios de comunicación no destaquen alguna noticia relacionada con la deriva soberanista en que se han asentado algunos grupos catalanes, sostenidos de forma ficticia en su argumento del delirio nacionalista que han tejido a lo largo de los últimos 40 años en relación con lo que se puede llamar la mentira compulsiva. Pero por mucho que se repita, incluso hasta la saciedad, no deja de ser una mentira y su ensoñación roza el fanatismo rupturista de que cualquier situación es mejor que estar unido a España. Dividiendo a la sociedad catalana entre españoles y secesionistas, con el consiguiente odio de unos a los otros, cuando Cataluña es una región que absorbió a muchos españoles debido a su condición de región industrial y de fuerte desarrollo económico, que ahora se ha ido al traste por la iluminación de los llamados salvapatrias que todo lo confunden y ven una irrealidad virtual, cuando había un futuro prometedor para todos los catalanes.

El daño ya está hecho y las heridas tardarán mucho tiempo en cicatrizar, si algún día llega a acontecer, porque el poso siempre queda. Las inversiones extranjeras llegaban a España y se asentaban en Cataluña, donde daban trabajo y bienestar social, a la vez de progreso económico a toda la sociedad. Su ausencia traerá solo miseria y desesperación y una vez que se tomó la decisión de tirar por el camino de en medio sin encomendarse a nada, solo a una vaga idea sin sentido ni futuro, se ha lanzado por la borda la riqueza de todo un país. Si las cosas siguen en la misma tesitura, como parece ser que lleva la deriva de los independentistas, se habrá complicado el futuro no solo de Cataluña, sino del resto de España.
Otros países de nuestro entorno están planificando inversiones fuera de nuestras fronteras y aquellas que hace un año tenían que venir a España se han ido a otros lugares más seguros. Es lo que tiene la inversión, busca el refugio más propicio a sus intereses, nadie arriesga su inversión en una aventura secesionista. Otra de las consecuencias de que este lío persista, ha sido la premura de convocar elecciones en Cataluña sin antes haber limpiado el tejido político de la región. Sigue sin hacerse y esto es muy problemático para la sociedad, en general, de todo el país. Nadie se dispone a arriesgar en una situación de incertidumbre permanente.

El problema catalán seguirá en el candelero y los medios de comunicación seguirán copando sus páginas, pero tanto Cataluña como España tienen otros problemas de tanto o mayor interés que resolver y siguen estando ahí sin dar solución a las necesidades de toda una sociedad. Las empresas catalanas han trasladado sus sedes sociales fuera de Cataluña. Ahora solo resta que trasladen también sus centros de producción y cuando esto se haga, el paro invadirá aquella región y los catalanes tendrán que emigrar en busca de trabajo a otros lugares, al igual que hicieron miles de españoles cuando emigraron a Cataluña en busca de la tierra prometida. Una tierra que ahora se vuelve hostil a sus propios ciudadanos. Cataluña no se merece esta afrenta independentista que divide a toda la sociedad catalana. 

 

 

La deriva independentista

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