Investidura fallida

El periodo poselectoral está para demostrar el talante dialogante de los políticos que habiendo acudido a las urnas, estas no han dado un único ganador y sí en cambio muchos perdedores y uno solo que se alzó con el veredicto final, pero sin lograr la mayoría precisa para gobernar. Cuando se llega a esta situación, hay que demostrar la verdadera valía intelectual y personal de a dónde se pretende llegar en las negociaciones para evitar una investidura fallida, cosa que ha sucedido, no en una, sino en dos ocasiones.

El secretario general socialista y ganador de los últimos comicios al no contar con los diputados precisos para ser proclamado presidente y al carecer el sistema español de una segunda vuelta, a la que concurrirían los partidos más votados y en donde se dilucidaría a quién se atribuye la responsabilidad de la formación de gobierno, entra en juego la diplomacia personal y la persuasión intelectual de cada cual a la hora de afrontar el reto negociador, siempre conflictivo y lleno de desventajas.

La soledad de una investidura fallida está en la estrategia empleada por el propio secretario general socialista, cuando acuñó aquella denostada frase de “no es no” o “qué parte del no, no entiende”. Un político que se precie tiene que ser de mente abierta y un talante negociador demostrable hasta la extenuación, en el que se canse el contrincante y acepte una negociación abierta y no interesada, claro que al ver que dicho secretario no es capaz de lograr en ningún lugar un acercamiento hacia la tesis de su investidura, por su pasado poco talentoso en el diálogo a varias bandas y en todos los frentes y teniendo en cuenta su debilidad afín con los partidos independentistas y sobre todo el podemita, que ansía por encima de todo, no darle carta blanca al secretario general socialista, sino brindarle un órdago que puede acabar con el propio partido.

A estas alturas, las espadas están en alto y Podemos seguirá azuzando con el palo y la zanahoria, un viejo truco ya experimentado por los socialistas, en cuya trampa no deben caer, si lo hiciesen sus resultados electorales futuros, pesaría sobre el partido como una losa y no lo permitirán tampoco los pesos pesados del propio partido que representa. Podemos, es un claro perdedor en estas elecciones y quizás si se va a un nuevo periodo electoral para finales de año, es posible que el resultado sea sorprendente, beneficiando a los socialistas y castigando duramente a los podemitas, por su pertinaz ansia de poder y no simplemente de alianza amistosa, sin ninguna representación en el futuro gobierno de la nación. El PSOE ha ganado las elecciones, no cabe objeción alguna; Podemos las ha perdido con claridad. No puede sentarse a una mesa negociadora con una lista de exigencias sobre el ganador. No tiene sentido alguno.

Lo recomendable es que Sánchez hable con todos y pida disculpas por su participación pasada y busque alianzas más saludables.

Investidura fallida

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