Falstaff, bordado perfecto

Asistí al estreno en Galicia de Falstaff de Giuseppe Verdi, organizado por amigos de la Ópera de La Coruña. Un pícaro Shakespeare corriendo diabluras sobre el gran escenario lírico municipal debatiendo con las alegres comadres de Windsor. Sin embargo, no les voy a hablar sobre la última perla municipal escrita por el compositor italiano ni tampoco sobre la facundia del genial dramaturgo británico. Especialistas hay para ello más doctos y a mí sólo me corresponde contar impresiones como receptor de belleza artística. Sabemos que el teatro es la confluencia de tres ángulos en el mismo tiempo y lugar, fecundándose los unos a los otros: autor, cómicos que representan la obra y público que la digiere. 
Todos esenciales y complementarios. Un bordado perfecto, acabado, muy feliz. Valiéndose de un bastidor, pespunteando puntos, dibujos y colores a base de una ágil aguja y sus puntadas de hilos que se entrecruzan con otros que quedan sueltos. Un éxito más de la agrupación lírica herculina, presidida por Natalia Lamas. Con singular programa de m ano. Retratos de Shakespeare, Verdi, cantantes y técnicos, comentarios y semblanzas. No obstante, sin buen armazón el intento loable se evapora. Aquí destaca la armadura que sostiene el proyecto y enhebra las piezas. Dirección sinfónica a cargo de Alberto Zedda, Coro Gaos y minigaos. Escenografía locuaz. Seductora en el vestuario actual a base de grises celestes. Rítmicos movimientos  escénicos –chavalería final llenando el espectáculo–; exquisita escenografía a base de grandes ventanales, luz y sonido.
Lo advierte el programa como reflexión para ser feliz. “Todo el mundo es burla”. Enraíza con aquellas virtudes dianoéticas señaladas por Aristóteles: la prudencia-dirigir la vida humana distinguiendo entre lo bueno y lo malo-y la sabiduría-conocimiento de las realidades que están por encima del hombre, la ciencia teórica y la metafísica… 

Falstaff, bordado perfecto

Te puede interesar