Shiki, poeta japonés

tras el lóbrego tiempo de tempestades, huracanes y lluvias copiosas conque la naturaleza intenta recuperar su ritmo monocorde y rítmico, por Ejerque florecen los cerezos y una procesión de estas flores desfilarán por Japón hasta sus jardines de piedra. El apoyo del sol naciente señala un itinerario de romería humana que habla de otras culturas antagónicas que se contemplan en un vistazo universal.
Massaola Shiki, maestro de Haiuki, establece una línea de arte entre la literatura clásica y contemporánea. Sus signos gráficos mojan en las almas viajeras, el periodismo oficial y su dedicación didáctica a la enseñanza en la Universidad Imperial. Su amor por el pincel es proverbial, amándolo y practicándole durante su breve vida. Clara redentora de su apodo “Shiki”, pronunciación chino japonesa para la voz “cuco”, pájaro mítico que vomitaba sangre mientras cantaba.
A finales de 1895 lo encontramos de nuevo en Tokyo, barrio de Negiski donde hoy se conserva y venera la “Ermita de Shiki”. Tiene que guardar cama casi todo el día. Reflexiona estoicamente. “El próximo estadio –asegura– será el no desear. Buda le llamaría el “nirvana” y Jesús “la salvación”. Aunque en 1902 deja prácticamente de escribir, confiesa. “En tanto que haya vida tengo muchas cosas que hacer”.
En estos aciagos de injusticias y guerras el espíritu de este poeta ilumina el camino. La alarma suicida de la ambulancia salvándose todos los semáforos urbanos. Alza el machete,/ pretendiendo poder…/ los nacientes árboles”. O el pensamiento filosófico. “En la ignorancia/ de que fuera sagrado, / labra un hombre este campo”.
Estructura reiterativa y bellísima. “Un pétalo ha caído/ dos pétalos cayendo… /de la camelia”. Flores de loto nadando en aguas oscuras y silenciosas atravesadas por puentes infinitos...

Shiki, poeta japonés

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