Año para la esperanza

Llevo más de cuatro décadas viendo en directo como las máximas autoridades religiosas diocesanas   utilizando un martillo de plata daban los golpes de rigor para que se cayera el muro de piedras con el que se cerraba la Puerta Santa. Hoy este acto se vuelve a repetir, pero de una forma distinta a la tradicional. No habrá cascotes de piedra- trozos muy valorados por los coleccionistas- ya que se ha decidido que con su caída se podía deteriorar  parte de la rehabilitación que se ha hecho en la catedral.

Creo que este año que iniciamos mañana, que es impar, debe abrirnos los canales a la esperanza   después de tantos meses sufriendo múltiples adversidades, sobre todo las sanitarias. Abrir esos canales es darnos esperanza que espero podamos alcanzar en tres vectores de gran importancia para la sociedad: sanitario, político y económico. Los tres, nos guste o no, están muy entrelazados para el mejor funcionamiento de una ciudadanía que ya no puede más y que espera que en los próximos meses se produzca el despegue hacia un lugar mejor del que hemos vivido durante largos diez meses.

Esperanza para que las distintas vacunas puedan producir entre la población el efecto deseado y se aleje de nosotros esa pandemia que tantos meses nos ha tenido y sigue teniendo atenazados.

Esperanza para que los políticos dejen su irresponsabilidad y adopten las medidas correctas    sin esos vaivenes a los que nos vienen sometiendo en los últimos tiempos.

Esperanza para que esos jóvenes y menos jóvenes ciudadanos sean responsables y se den cuenta de que el coronavirus nos afecta todos y que no vale aquello de que “conmigo no va el tema…”.

Esperanza para que la economía comience a subir   ocasionando que muchos miles de ciudadanos puedan volver a ocupar puestos de trabajo y no a engrosar de forma lamentable las listas del paro.

Y, finalmente, esperanza para que las instituciones solidarias puedan seguir ocupando el lugar vacío que dejan las entidades públicas para poder atender a los miles de personas que llaman a las puertas de estas entidades sociales sin ánimo de lucro.

Dejemos, pues, este maléfico y bisiesto 2020 y abramos de par en par, en este Año Santo Jacobeo, las puertas para que el 2021 que vamos a estrenar llegue cargado de esperanza.

Año para la esperanza

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