El supositorio

Tengo que reconocer que, ni de niño ni de adulto, el supositorio haya sido de mis medicamentos preferidos. Recuerdo, como si fuese hoy, a mi madre, que además de ser médico era pediatra, persiguiéndome por toda la casa para ponerme la cala –así se le conoce farmacéuticamente– con el que combatir el proceso infeccioso que afectaba a mi garganta.
Mi historia de infancia me va bien para hablarles de algo que considero una gran pérdida para el conjunto de los españoles: la no concesión a Barcelona de la agencia europea del medicamento.
La candidatura de Barcelona estaba más que hecha si no fuera por la caterva, la chusma, los sin razón de los independentistas, los separatistas que, con sus posicionamientos de ruptura con todo, han conseguido que los responsables de la Unión Europea, esa Unión que ellos decían que les iba a acoger con los brazos abiertos, les hayan dicho que no por los riesgos políticos que vive esta comunidad autónoma.
A los del proceso separatista no les llega con seguir aumentando el número de empresas que dejan de pisar suelo catalán, desde el punto de vista fiscal y de sede, sino que suman también las que podrían haber venido con dinero, puestos de trabajo directos e indirectos superiores a los cinco mil, y un poder adquisitivo de primer orden.
Nuevamente los del proceso, los independentistas, los separatistas, miran para otro lado. Y la prueba más palpable es lo que escribió en las redes sociales esa mente tan clara de prófugo de la justicia, Carles Puigdemont, que le echa la culpa a la aplicación del 155… Sigue mintiendo para que los de la estelada, los de los gritos callejeros, los de las amenazas, los de siempre, mantengan el ánimo en alto pensando cada noche cuando se acuestan que por la mañana van a ser una pais independiente, una república de pinypon.
Lo mejor, por el bien de todos, es que sigan en las cárceles de oro. Uno rezando todo el día; otros cayendo del caballo y bajándose los pantalones ideológicos diciendo que van a acatar la Constitución y el 155, y que la declaración de independencia fue simbólica para dejar las rejas, y los de más allá, los animadores de las masas contra las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado, pensando en las nóminas que van a cobrar bien a cargo del presupuesto del Parlamento o de la propia Generalidad que les seguirá insuflando euros en caso de que sigan mandando en la destrozada Cataluña. Y los prófugos jugando en sus celdas con los muñecos del pinypon construyendo una república bananera.
Sigo pensando lo mismo del supositorio. La Unión Europea, como me ocurría a mí de niño, nos lo ha introducido de forma intensa para ver si con sus efectos corregimos ese mal infeccioso del separatismo e independentismo. Van a hacer falta muchas dosis, tantas como independentistas que siguen creyendo a este atajo de mentirosos.

El supositorio

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