Éxodo del siglo XXI

el barco “Aquarius”, que navega sin rumbo en las aguas mediterráneas, me ha hecho retroceder más de medio siglo de mi vida y situarme en la sala de cine más importante de Ourense y visualizar nuevamente en mi retina la película “Éxodo” (Exodus), filme estadounidense de 1960 basado en la novela escrita por León Uris que fue dirigido por Otto Preminger y con Paul Newman como protagonista, que trata de la fundación del Estado de Israel en 1948. La cinta nos emocionó, ya que nos presentaba a unos 300 refugiados judíos de los campos de Chipre introducidos en un barco mercante con destino a Palestina, saltándose el bloqueo legal impuesto por las autoridades británicas, que descubren su plan e instan a su abandono.
Cerca de sesenta años después más de 600 personas, entre ellas muchas mujeres y niños, permanecen hacinados en el barco “Aquarius” alquilado de forma muy precaria por una ONG francesa para recoger del mar a personas que buscan una nueva oportunidad saliendo de tierras africanas de manos de las mafias, para ir hacia un nuevo mundo en forma de continente europeo. Hasta ahora esa nueva tierra tenía forma de bota, Italia, pero los nuevos regidores italianos, también los malteses, han decidido cerrar sus puertos a este tipo de emigrantes, migrantes o refugiados. El calificativo es muy difícil de determinar. Al refugiado hay que seguir atendiéndolo intentando darle una solución a su vida, mientras que al inmigrante ilegal después de atenderlo por regla general se le repatría.
Hace años Cáritas, la organización con la que me siento cada mes vez más identificado con el trabajo que hago en ella, alertó de las tremendas dimensiones del problema con un posicionamiento claro y sin titubeos al lado de los migrantes y refugiados que son testigos de muerte y de dolor en escenarios muy concretos y que acaban en las turbulentas aguas del Mediterráneo.
La decisión del Gobierno de España, presidido por Pedro Sánchez, es de gran calado y demarcador de que se trata de una ayuda humanitaria en toda regla. El efecto ayuda con atraque en el puerto de Valencia, ha tenido también una respuesta solidaria en otras comunidades autónomas dispuestas a acoger y atender a muchas de estas personas. Debemos ser conscientes de que se trata de una ocasión extraordinaria. Bruselas tiene que tomarse de una vez en serio este problema. No podemos seguir jugando con seres humanos que son capaces de arriesgar su vida, ni alimentar el efecto llamada. El caos se va seguir incrementando. Son miles de personas procedentes de África y el Oriente Medio las que esperan en los límites de las aguas mediterráneas para subir en una patera o embarcación sin medidas de seguridad. Los políticos de la Unión Europea tienen que tomar decisiones. Lo intentaron hace años, pero todo quedó en un limbo político y administrativo del que ahora es necesario salir.

 

 

Éxodo del siglo XXI

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