Asco y espanto

Soñé que Goebbels reescribía “El diario de Ana Frank” y Hitler firmaba ejemplares en la feria del libro mientras los sabuesos de Himmler rastreaban bibliotecas y archivos en busca de los testimonios de su infamia, buscando reescribir la historia para ser víctimas donde fueron verdugos. Al despertar, me retomé en la sana certeza de que esa ideología había sido enjuiciada y prohibida por el pueblo alemán y los gobiernos del mundo. No hay para ella espacio, y así ha de ser, porque no merecen tener espacio en lo público quienes no lo consienten en los demás. De esa sanidad pasé a nuestra enferma realidad. Excarcelan a Ternera, el sanguinario jefe de ETA, otrora presidente de la CPDH del Parlamento Vasco, y absuelven a Otegi de una de sus muchas transgresiones legales, no discuto sus derechos, valen infinitamente más que sus hechos, pero maldigo la posibilidad que en ellos los consienten porque no es propio de ningún Estado de derecho, ni tratado de ética, consentir que puedan vivir soberanos e iguales en libertades y derechos quienes nos quisieron atados o muertos, quienes jamás acataron los tribunales ni las normas. Consentirlos, digo, en la acción política, es una infamia que podemos soportar nosotros, pero no la democracia.

En esta pesadilla vivimos los ciudadanos “libres” de este país, para que campen a sus anchas tiranos y verdugos con el aliento de sus iguales y la malvada complacencia de quienes buscan igualarnos. 

Asco y espanto

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