Conquistar y repartir

Lo duro ya no es trabajar, ni hacerlo lejos de aquellos quehaceres que más se ajustan a nuestras capacidades e intereses vocacionales, lo terrible, lo que angustia es no llegar a alcanzarlo, o, perderlo, y con él, el derecho a ganar el pan con el sudor de nuestra frente y sentirnos útiles. 

Se podría decir que hemos pasado de vivir para trabajar a morirnos por trabajar. Porque, no hacerlo, y lo sabemos, nos aparta de la sociedad, nos convierte en parias que se han de conformar con eso que llamamos prestación social y que no es sino caridad civil e incivil solidaridad, porque lo es toda aquella que deposita en ese infame socorro toda esperanza de un mundo más justo y cabal en los criterios organizativos y de convivencia que han de regir una sociedad.

Hemos de conquistar el trabajo, para volver a hacer de él el remedio que es de nuestras necesidades y la necesidad que es de nuestra dignidad. Hemos de conquistarlo y repartirlo, para que nadie viva de la caridad, para que todos tengamos utilidad, para abolir la esclavitud y ganarnos definitivamente en la responsabilidad. 

Celebrarlo en este mes, es celebrar una enfermedad que mata más que el virus, que pervierte más que cualquier padecimiento moral, que abroga toda ética y niega todo atisbo de humanidad, que nos convierte en miserables esclavista, en esclavos, que nos esclaviza, obligándonos a vivir para saciar en nosotros no la bondadosa necesidad sino la maldita ambición. 

Conquistar y repartir

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