El pin, el chip y el ruido

 

jenos al menor atisbo de singularidad, qué decir, de originalidad, e incapaces de gobernar, nuestros políticos se adornan en la peor de las ocurrencias, la mentira, a menudo, punible, a diario, compulsiva y siempre repulsiva. Con ella parecen decirnos: no os vamos a solucionar los problemas, pero os vais a odiar a muerte. La idea es crear polémica…, ruido, el peor, y el peor de los silencios, la callada por respuesta.
Solo en esta línea de pensamiento es posible entenderlos porque es imposible que sean tan torpes, no les concedo esa inocencia, viven de la confrontación y en ella se hallan instalados. Si en verdad quisieran confraternizar, Vox no se declararía de extrema derecha sino estalinista, el resultado sería, en el fondo y en la forma, el mismo, y a la izquierda no le restaría sino dar por buenas sus propuestas y ante la falta de crispación no tendría otro remedio que ponerse a la faena de gobernar y solucionar nuestros problemas. 
La última de las ocurrencias es el pin parental que propugna Vox, un viejo papel de oficio, dando cuenta, a cubrir por los profesores, frente al moderno chip o sistema operativo completo, implantado bajo la fina piel de los alumnos y la dura del profesorado, a fin de comprometerlos, ambos, con causas que poco o nada tiene que ver con su deber de aprender y enseñar.
Los hijos, no son de nadie, son de ellos, y por ello deberían quitarle de encima sus “dudosas” manos.

El pin, el chip y el ruido

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