Rabia

vivimos en la rabia, de la rabia y para la rabia; no me pregunten cómo lo hemos hecho, a ella se llega sin saber. Te sientes deslizar por los sinuosos toboganes del pensamiento único en una travesía que comienzas percibiendo como sana crítica, sabia reflexión, rayana, quizá, a lo intelectual. 
Tengo razones para sentirme rabioso, te dices, y ella te anima, cómo no, la invocas, es más, aunque tratase de disuadirte rogándote que te retomes en la calma, la desoirías airado y aún más rabioso. La furia de sentirte rechazado por la rabia es la peor de sus naturalezas porque en ese caso ya no solo la sientes alzándote imposible ante todo y entre todos sino que te extravías en la cara oculta de su ser, donde habita el odio de la mano del rencor.
Y si alguna vez lleno de rabia consigues desbordarla alcanzarás en ella la excelencia, serás además de rabioso, rencoroso y odiador. 
La rabia es hoy el timón de nuestra vida privada y el motor de toda acción pública. Se preguntarán, ¿en qué se nota?, y lo harán airados pues en eso mismo, en no consentir interrogarte ni que te interroguen porque no admitimos que nada lejos del dogma nos sea revelado. Es más, percibimos como una afrenta insoportable cualquier enseñanza que no sea capaz de llenarnos de rabia, qué decir de aquellas que buscan aplacarnos, esas, como ya he dicho, no se le consienten ni a la misma rabia. Y que conste que me produce mucha rabia tener que recordárselo.

 

Rabia

Te puede interesar