CATALUÑA: LA HORA DE LA POLÍTICA

“He podido observar con alarma creciente a un país tan decidido a hacerse daño a sí mismo que, si fuera un adolescente, cualquier amigo se vería obligado a gritar pidiendo urgentemente un médico”. Esto escribió Timothy Garton Ash poco antes de que demócratas y republicanos cerraran la crisis que evitó la suspensión de pagos de EEUU, que tanto erosionó la imagen de aquel país ante el mundo. Salvadas las distancias, las palabras del profesor de Oxford se pueden aplicar en España a la deriva independentista catalana, una crisis institucional que preocupa a toda la sociedad española y también daña la imagen de aquella comunidad.
Desde la Transición, en Cataluña se fue construyendo una sociedad integradora, en la que convivían distintas sensibilidades, y solidaria, que compartía su bienestar con otras autonomías. De pronto, los políticos han convertido aquella comunidad laboriosa y fiable en un país agraviado, resentido y desconfiado, en el que florece la insidia y se predica la ruptura de todo vínculo de solidaridad y cooperación con el resto del Estado.
A estas alturas seguramente es inútil pedir lealtad institucional y respeto al marco jurídico. Pero sí que hay que exigir a los promotores de la secesión que no justifiquen su deriva independentista con mentiras o manipulación de la verdad histórica –incluidos los hechos de 1714– y de la verdad económica porque, en rigurosa contabilidad nacional, no es cierto que España les robe.   
También hay que exigir al Gobierno de España y a su presidente algo más que el silencio que, lejos de ser rentable, dio vida a la retórica independentista. Y al primer partido de la oposición recordarle que la condescendencia con la ambigüedad de sus socios catalanes en nada contribuía a mantener una sólida posición de Estado, que es lo que cabe exigir a un partido con vocación de gobierno.
Vista desde aquí y en frío, la cuestión catalana entierra el “seny” y parte en dos a aquella comunidad, inquieta al resto de los españoles y parece haber entrado en un camino que lleva a un “choque de trenes” en el peor momento para el país.
Llegados a este punto, debía ser esta la hora de la política y la política es negociar para encontrar propuestas que, dentro de la legalidad, superen el modelo independentista de Barcelona, el inmovilismo de Madrid y restañe las heridas causadas por esta deriva que ya cansa y fatiga a la sociedad de ambos lados.

CATALUÑA: LA HORA DE LA POLÍTICA

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