Exhumación y economía

l viejo dicho periodístico “nunca dejes que la realidad te estropee un buena historia” ocurrió el martes pasado. Ese día el presidente del Gobierno y su corte no cabían de gozo al conocer la sentencia del Tribunal Supremo que daba luz verde a la exhumación de Franco del Valle de los Caídos y su reinhumación en El Pardo. 
Pero esa “buena historia” fue estropeada por el baño de realidad del Banco de España que, además de lamentar que no se aprovecharan los años de bonanza para acometer reformas, confirma que la desaceleración es mayor de lo previsto y recorta cuatro décimas el crecimiento del PIB que sitúa en el 2 por ciento este año y en el 1,7 en 2020; la tasa de paro seguirá por encima del 14 por ciento y la demanda interna –consumo de empresas y familias– perderá vigor de forma más intensa de los previsto. 
A los españoles les preocupan más estos malos augurios del Supervisor sobre la deriva que está tomando la economía que la exhumación de Franco, una decisión acertada que solo cuestiona un grupo de nostálgicos, aunque muchos ciudadanos piensan que el Gobierno debió plantearla con el mismo talante de reconciliación y concordia que presidió la Transición. 
Tampoco parece oportuno llevar el asunto a la ONU y decir que “Hoy, 24 de setiembre, hemos cerrado el círculo democrático”, como afirmó el presidente. El círculo de la democracia lo cerraron los protagonistas de la Transición que, en palabras de Gianfranco Pasquino, “supieron llegar a acuerdos y dejaron un país moderno, reconciliado con el pasado y mirando al futuro”, que logró años de estabilidad y un nivel de bienestar jamás alcanzado. La exhumación tan solo es un fleco pendiente. 
Puede ocurrir que el presidente padezca ya el síndrome de la Moncloa y piense que la democracia la trae él con la exhumación del dictador. Pero flaco favor hizo al prestigio de nuestro modelo y a la Marca España, como si en los últimos cuarenta años la democracia española fuera de segundo nivel. 
Volviendo a la desaceleración, James Carville acuñó la frase “The economy, stupid!” para centrar la campaña electoral de 1992 en las preocupaciones y necesidades de los ciudadanos y llevó a Bill Clinton a la presidencia de EEUU. 
No sé si estos gobernantes seguirán “paseando a Franco”, rentable para sus intereses. Pero si no se ocupan del deterioro económico que anuncia el Banco de España y de sus consecuencias para el país y los ciudadanos, “¡es la economía, estúpido!” la que acabará echándolos del Gobierno. 

Exhumación y economía

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