¡Gracias, viejo!

Con los ecos de Maracaná de fondo, es obligado recordar a Alfredo Di Stéfano que llegó a la España del “blanco y negro” en los años duros de la dictadura, del aislamiento exterior, del racionamiento, de la miseria generalizada... En aquella España pobre y triste, Di Stéfano levantó los ánimos de millones de españoles que en las tardes de los domingos no tenían muchas formas de diversión y seguían su derroche de técnica y fuerza por los campos de fútbol.
Fue el primer gran ídolo “pre televisivo”. Por eso, su omnipresencia en la cancha y su rol de jugador total –“ya corre la Saeta, ya gana el Madrid”– se conocieron a través de la radio en las voces de Matías Prats, Enrique Mariñas y otros locutores de entonces. Las pocas imágenes de sus jugadas se conservan en las cintas del NODO.  
En la época –y ahora– se establecieron comparaciones entre él y Pelé y el gran Helenio Herrera sentenció que “Pelé era un el mejor solista en el campo, pero Di Stéfano era como toda una orquesta”. Y Arrigo Sacchi señaló que la aparición de la Saeta Rubia significó para el fútbol lo mismo que para el cine el salto del cine mudo al sonoro.
Además de creativo y trabajador en el campo era ingenioso en la vida con frases ocurrentes llenas de sentido común. En dos palabras “Gracias, vieja” explicó su relación con el balón, que para él siempre fue la pelota. Pero dejó para la historia más frases talentosas, aplicables a otras actividades profesionales, como “La pelota no se mueve sola, todo lo que hacemos con los pies lo hemos de hacer antes con la cabeza”, o esta otra “Ningún jugador es tan bueno como todos juntos”, que es el resumen perfecto del trabajo en equipo.
Hay otra frase de Di Stéfano cargada de deliciosa ironía. Entrenaba al Valencia y poco después de ganar un torneo, no recuerdo si la Liga o la Recopa, lo echaron del banquillo. Tras el despido, en una entrevista a un periódico sentenció: “Cuando quieran una copita más ya me llamarán”, y los directivos del Valencia le volvieron a llamar. Eso mismo ocurre en algunas empresas en las que un directivo caprichoso prescinde de un  trabajador valioso que después han de recuperar “para ganar una copita más” en el proceso productivo.
Se nos fue el futbolista eminente que ya es un personaje mítico y universal y con él se va toda una época. Nos deja el recuerdo de su espíritu competitivo y ganador en un deporte que elevó a la categoría de arte con el balón en los pies. Como dice el título de la canción que le dedicó el grupo Malevaje: “¡Gracias, viejo!”. 

¡Gracias, viejo!

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