La tierra de Jauja

No es descabellado pensar que el Gobierno organizara la presentación del “Programa Común Progresista” el martes pasado, primero para contrarrestar las malas cifras del paro y afiliación de agosto, y después para atraer a Podemos y calentar el oído a muchos ciudadanos a los que les gusta escuchar ofertas y promesas halagadoras.

El Programa contiene 370 propuestas que, analizadas a la luz de la situación económica actual, recuerdan a “La tierra de Jauja” que Lope de Rueda escribió en 1547. En esta pequeña pieza teatral de sabor popular, Honzigera y Panarizo embaucan a Mendrugo para robarle la comida contándole las maravillas de Jauja donde “pagan a los hombres por dormir, castigan a los que trabajan, hay un rio de miel y otro de leche, árboles de tocino con hojas de pan fino, las calles están pavimentadas con yema de huevo…”.

Imitando a estos pícaros, el presidente del Gobierno anunció que por España va a correr un rio con el maná económico del ingreso mínimo vital, las pensiones blindadas y actualizadas, la educación gratuita de cero a tres años, la eliminación de copagos, más becas, atención buco dental en la sanidad pública, un bus desde cada aldea a la cabecera de comarca para acabar con la España vaciada… Más de todo y para todos. 

Pero a las propuestas les falta la memoria económica -“¿esto quien lo paga?”, preguntaba Josep Pla en Nueva York- que avale su viabilidad que los expertos estiman, calculando a la baja, en más de 30.000 millones anuales que no cubre la anunciada subida de impuestos. 

Sin esa viabilidad no es serio convertir a España en Jauja. Máxime en el contexto de desaceleración de la economía que constatan los malos datos del paro y afiliación a la seguridad social, la caída de la venta de coches, de las exportaciones y el turismo. Y parece que lo peor está por venir con el Brexit, la guerra comercial y otros “vientos de frente” desestabilizadores. 

Todo indica que esto no es un enfriamiento coyuntural y temporal, sino el final de un ciclo y España no es inmune a lo que ocurre en las economías de su entorno, alguna de las cuales está tocada por la recesión.

“La tierra de Jauja” termina cuando Mendrugo ve su cazuela vacía, corre detrás de los ladrones y al no alcanzarlos “vase tristemente de la escena” dejando esta reflexión: “la culpa la he tenido yo por creer que hay tierras donde se puede vivir sin trabajar. Esto me servirá de lección”. Una lección que tiene validez y es necesario aprender casi cinco siglos después.

La tierra de Jauja

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