Ley electoral

Debe ser el alcaldable más votado el alcalde/alcaldesa? La asimetría existente entre ser alcalde con mayoría absoluta y serlo al pairo de una mayoría simple no deja de ser una apodíctica obviedad según la lógica aristotélica. Cierto, también, que la segunda opción, pírrica, concita una tarea difícil a la hora de gobernar puesto que tiene una oposición que la controla, su obligación, y le supera en efectivos. Se trata pues de una situación compleja. La Democracia no garantiza a la mayoría simple una gobernabilidad municipal plena, aunque esté liderada por el alcalde más votado puesto que la oposición genera un “Gobierno” potencialmente yuxtapuesto refrendado por unas matemáticas infalibles de sumas porcentuales, democráticas y legales, que dilapidan la apuesta moral del alcaldable más votado. Por eso que gobernar sólo y en tales condiciones no deja de ser un suicidio, un reto  arriesgado.¿Existe alguna pócima que palíe y justiprecie el valor moral de tal elección?. ¿Puede un alcalde elegido con mayoría simple ataviarse de gestos y de ideas para poder ejercer como tal con ciertas garantías? ¿Hay una varita mágica para esta situación compleja aunque lleve el sello moral democrático acuñado como seña de identidad de “el más votado”?. Estamos viendo en estos días su complejidad,  el esperpento ideológico que generan los pactos, donde todo vale ante una Ley con sombras añadidas.
Quisiera aportar algo al respecto. Antes permítanme un pensamiento cuya autoría corresponde al Papa: J.A. Ratzinger:
“Cuando el relativismo moral se absolutiza en nombre de la tolerancia, los derechos básicos se relativizan y se abre la puerta al totalitarismo”.
Mi aporte a la Reforma Electoral consistiría en a) aplicar un plus al partido ganador con mayoría simple y b) al mismo partido aplicarle una exigencia como contrapartida.
a) El Plus. Propondría que la formación con mayoría simple se transformarse en mayoría absoluta, mitad más uno, con tal de garantizarle la gobernabilidad. A la par, los escaños o concejalías de los restantes grupos se dirimirían por el sistema proporcional corregido, más conocido por ley de D´Hont.
b)  La exigencia. Entiendo que debe de haber un nivel de exigencia tras ese plus como contrapartida: ante una moción de censura todos los partidos partirían con el número de votos otorgados en las elecciones por la ley de D´Hont delegando la titularidad de los votos de quienes quedaron al margen de su escaño en el número uno de cada partido político afectado.
El totalitarismo no tendría entrada fácil en ese contexto. 

Ley electoral

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