Negros, pobres e indefensos

centenares de africanos, cruzando el Mediteráneo, siguen llegando en pateras a Europa. Algunos siguen enterrando sus vidas en el Mare Nostrum en busca de un futuro con dignidad. ¿Qué haríamos si esos niños, que mueren en la travesía, fuesen nuestros hijos? ¿Seguiríamos de brazos cruzados, dejando a nuestros gobernantes mirando para otro lado?
Ya nadie duda de que la pobreza y la violencia son las causas de la expulsión de millones de seres humanos de sus países de nacimiento. Sabemos que la pobreza extrema también mata y, humanamente, nadie se quiere morir de hambre. También sabemos que el futuro de África depende de los africanos.
Como señala el periodista residente en África occidental José Naranjo, “cada naufragio en las aguas del Mediterráneo, cada joven o cada niño ahogado en nuestras costas, todas las tragedias que fueron y las que vendrán llevan impreso el sello de nuestro fracaso como proyecto de convivencia”.
En pleno siglo XXI, poco hemos avanzado. Hasta no hace mucho tiempo los negros eran tratados como hombres inferiores próximos a los simios y, por tanto, para los occidentales necesitaban ser colonizados. Negándoles la categoría de seres humanos y rebajándolos a nivel de un objeto a través de la esclavitud.
Actualmente, España sigue con las vallas en Ceuta y Melilla para impedir el paso a los jóvenes africanos hambrientos de futuro del que carecen en sus países de origen. Se siguen violando los derechos humanos, pero nunca pasa nada: son negros pobres e indefensos.

Negros, pobres e indefensos

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