La vida es una tómbola

el penúltimo afortunado el exministro Catalá: de ministro de Justicia encargado de poner orden en el sector del juego, ¡ficha por una casa de apuestas! Hagan el favor de poner cerrojos a las puertas giratorias .
El señor Catalá (¡hay que ver lo que da de sí la hemeroteca!) dejó dicho que era muy complicado legislar sobre los juegos de apuestas, pues hay que separar lo público de lo privado. Él, ya lo ven, le da a todo: a lo público y a lo privado.
Veintitrés años después se le da salida a la “Operación Chamartín”, una operación urbanística con un capital de más de setenta y tres millones de euros con capacidad para viviendas, rascacielos, jardines, soterramiento de las vías del tren y, para no cabrear al personal, un pedazo de un trozo de terreno para viviendas sociales. A los promotores, dicen que un fondo internacional, les tocó el gordo de esta gran tómbola…
Hagan juego, señores. El millón de familias que tiene a todos sus miembros en el paro pueden encontrar un chollo –mal pagado, estacionario, con un horario de locos– en la próxima Primitiva. 
La ruleta de Casado en el Partido Popular ha beneficiado a Maroto, un vasco trasplantado a Segovia y a la señora Álvarez de Toledo con un premio-florero y despacha a Marta González, una propuesta de Feijóo. 
El millón doscientos mil españoles que viven en el umbral de la pobreza también pueden participar en cualquiera de los juegos de azar y pasar a la lista de nuestros multimillonarios. 
Estos años de crisis el número de cresos en España creció de forma espectacular y es que si ciertamente la vida es una tómbola también es cierto que casi todos los números ganadores están adjudicados. 
La tómbola en A Coruña premió –a través de Cruz Roja–a un catorce por ciento más de coruñeses vulnerables. Se trata de inmigrantes, mujeres, el veintitrés por ciento de los hogares y un número cada vez mayor de ciudadanos de la tercera edad. 
Es la ruleta de la vergüenza que no remedian nuestras autoridades, que se ponen de perfil ante un problema que pone de manifiesto su insolidaridad frente los sectores más débiles, bien alejados de los sueldos y prebendas –hace unos días conocimos los sueldos de ediles, diputados provinciales y parlamentarios en la capital–.  
La vida es una tómbola, que cantaba Marisol y en el nuevo Partido Popular bolas rojas para los marianistas, incluido o noso presidente.

La vida es una tómbola

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