Dos varas de medir

 

El penúltimo, en usar las cifras y las cuentas para largarnos un cuento, fue el director del Banco de España que tiene un salario y unas condiciones laborales que, veinte obreros juntos, por ejemplo, se pueden conocer, pues se trata de un servidor público aunque no nos sirva al público común. Ese señor, su nombre también es público, dice que no se pueden subir los salarios ni las pensiones. 
En resumen, y para que no tengan dudas, las cosas que en esta España doliente no pueden subir son: salarios, pensiones y ayudas a la dependencia o cualquier otro dinero dedicado a los servicios sociales. Y, se dirá usted ¿y subir…? La lista es más larga: los alquileres, la luz y el gas; el transporte, los peajes y el 33 por ciento a los expresidentes del Gobierno. Palabra de honor. 
Esta no es una columna de humor sino un lugar de apercibimiento de toda clase de bichos peligrosos. A Felipe, Aznar, Mariano y colegas vivos que pasaron por el palacio de la Moncloa, les suben la soldada un 33 por ciento que, palabra de honor, es una pastizarra cuando  en muchos casos, debería ser al revés. Tenían que, por su incapacidad, meter la mano en la caja del pan o por no estar “in vigilando”, devolver dinero…
Pero esto de las dos varas de medir es algo muy común aquí y por eso los que tienen el verdadero poder –dicen que apenas un millar en todo el mundo– se inventan organismos, instituciones, chiringuitos, para emboscar su afán de rapiña. 
Y ahí tienen uno de sus más preciados éxitos: Davos, donde, por un lado, lloriquean al constatar que la desigualdad sigue creciendo y, por otro, hacen sus planes para que todo siga igual. Normalmente eso lo consiguen moviendo los hilos –como en el guiñol– de los partidos que luego, y en su nombre, organizan todo eso que nos lleva al  principio del comentario: qué tiene que subir y que debe quedar como está si es imposible que pueda bajar más. 
Y se inventan el trabajo precario, por ejemplo. Y sobre esas piedras levantan su imperio, su vellocino de oro. Joaquín Estefanía, uno de los mejores analistas de la economía mundial, nos explicaba en un reciente artículo que “a mayor desigualdad, la movilización social entre generaciones es menor y los descendientes heredan en mayor grados tanto la riqueza como la pobreza de sus antecesores, lo que hace imposible que disfruten de derechos y oportunidades en igualdad de condiciones” 
Esto es el otro Davos.

Dos varas de medir

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