Malas noticias

Los resultados en Suecia, en su día modelo de progresismo y ejemplo para la socialdemocracia, unidos a los de Italia, Polonia, Hungria y Austria, por citar los más espectaculares, y los movimientos en Alemania denotan un repunte del extremismo xenófobo autoalimentado con la avalancha de migrantes. 
Los ultranacionalistas, sean de donde sean, defienden sus ideas, explotan el miedo al diferente, con razones que van desde “quitan nuestro trabajo, pervierten nuestra cultura, traen sus costumbres y usos que hacen peligrar nuestra identidad, nuestra religión”, etcétera añadiendo en muchos casos el dinero que cuesta a los estados. 
En un país como España, donde la emigración fue durante años una necesidad, también aumenta el ¿temor? al diferente aunque –toca madera–la ultraderecha, los ultras, son clara minoría. Tal vez venga bien recordar que  en el siglo XI, en Toledo convivían tres culturas –con los cristianos,  musulmanes y judíos– y que la expulsión de estos últimos empobreció al país.
Son malas noticias aunque tienen su explicación. Mientras la derecha más rancia, más ultra, fue construyendo su mensaje –caretas fuera– la izquierda arriaba algunas de sus enseñas más sagradas: la igualdad, la fraternidad y la solidaridad. 
Ya comentamos aquí el llamado “crepúsculo de las ideologías”, vaticinado precisamente por un franquista en plena era de la democracia orgánica, Gonzalo Fernández de la Mora, uno de los fundadores de AP, que se podía traducir en aquella otra frase atribuida a Franco de “haga como yo. No se meta en política”, que viene a ser magnífica explicación del caudillaje. 
 Fernández de la Mora estaba influenciado por la doctrina antiigualitarismo defendiendo el elitismo y condenando todo tipo de democracia. En fin, que la historia (a los que muchos su histeria no les deja revisarla) es conveniente repasarla para conocer de dónde vienen unos y dónde quedaron otros. 
Son, insisto, malas noticias que llegan desde la Europa opulenta y que se unen a otras más domésticas: los últimos informes que miden y pesan nuestra economía afirman que las familias han perdido, en este mes de septiembre, por el aumento de precios –luz, alimentación, vivienda, gas, gasoil– alrededor de un diez por ciento, mientras, esa es otra cifra conocida, los beneficios de las grandes empresas aumentaron en un 16 por ciento. 
Y aún no hicimos las cuentas del aumento de precio en las autopistas gallegas. Y otro problema que nos resume El Roto es su viñeta-editorial: “Las bombas al fin y al cabo son trabajo”. El eterno dilema entre tanques y mantequilla. 

 

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