No llega el buenismo

El titular más repetido, en las últimas fechas, ponía de acuerdo a una mayoría de la prensa nacional –incluyendo a casi todos los rotativos desde Fisterra hasta Melilla– que afirmaban muy rotundos que, en cien días, los alcaldes del cambio se habían distinguido por “reformas y patinazos”. Ciertamente, esas críticas a los nuevos nunca se habían visto tan rotundas, tan coincidentes, pero, hay que reconocerlo, son en algunos casos un espejo sobre la actualidad, aun cuando algo distorsionado. Y es que los recién llegados –sin experiencia, con una mochila llena de buenas intenciones–, creían haberse ganado, ya de salida, el aplauso y la colaboración. Además, al menos por estos lares, se metieron en todos los charcos: el color de las camisetas en una prueba atlética, el rechazo a una sardiñada vecinal, el lío sobre las cuentas, una bronca con unos empresarios del vino y el pincho; declaraciones improvisadas y distintas sobre la música y muy mala letra, a la hora de las explicaciones, sobre temas tan importantes como el dinero en caja, las deudas por obras faraónicas o el sometimiento a Fomento, que quiere “cobrar” por hacernos un puerto ahí al lado, cuando las obras públicas no se pagan entre la veciñanza, sino con los presupuestos del Estado. Y como el dinero público es sagrado urge que los altos funcionarios del Ayuntamiento expliquen, con toda claridad, cuánto había en caja, cómo está la herencia recibida y cuánto dinero queda para lo que resta de ejercicio…
Y que no llega con el buenismo como método de gobierno se demuestra en cada sesión, se palpa en cada declaración de los opositores –incluso algunos son socios o allegados y opositores a la vez–, lo que convierte en un follón la práctica diaria de la gobernanza de la ciudad. Así, nadie se fija en el follón del tráfico, en que la ciudad está sucia, la unión de los barrios a través del transporte urbano es un chiste –hay líneas que pasan por las paradas cada cincuenta o cincuenta y cinco minutos– no se ve un guardia ni para un remedio, por hacer un repaso apresurado a lo que acontece a diario.
Y mandar, organizar, tomar decisiones, es una obligación que no puede delegarse en asambleas o reuniones de los fieles. Esos, los votantes, ya delegaron en el equipo de gobierno, y los otros en la oposición, para que cumplan su trabajo unos y vigilen los otros. Y es que el “buenismo”, no llega.

No llega el buenismo

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