Pobre país rico

l presente debe mucho a nuestro pasado –para bien o para mal– y es a la vez la palanca hacia nuestro futuro. En una agradable comida con importantes funcionarios de la Xunta, mayoritariamente jubilados, la conversación recorrió una serie de años y, cómo no, se haló de las ayudas de Europa a una Galicia que era objetivo prioritario en aquel maná. Me quedé con dos cifras: entre 2014 y 2020 la dádiva fue de 3,5 millones y hasta el catorce más de cinco millones. “La lotería” que nos llegaba de fuera se la apuntaron desde Fraga hasta Feijóo pasando por los gobiernos del bi-partito y del tri-partito pero conocemos pocas cuentas, algún cuento y bastantes disparates que acabaron poniéndonos colorados pues algunas cosas se hicieron mal y de otras ni se sabe (un ejemplo puede ser las cantidades destinadas a limpiar la ría do Burgo y su estado actual), pasando por el asfalto gastado en polígonos y paseos. 
Dinero a manta, ¿eh? Pasan los años y según organismos internacionales de todo prestigio han hecho las cuentas a la corrupción en España, una especie de maldición que tuvo un antecedente en el estraperlo y los “negocietes” cometidos en el franquismo,  hay un libro que los relata, y que supera con mucho las cifras del maná que nos llegó de Europa. Y si añaden el agujero que dejó la amnistía fiscal y el dinero de la banca, o como ahora dicen los banqueros y sus mensajeros, de las cajas de ahorro la cifra podía convertirse en una paga extraordinaria para cuarenta millones de ciudadanos…
Y si hablamos de millones, hablamos de millonarios cuyo número se multiplicó en los últimos años. Y si se habla de carencias podemos recoger las cifras de Cáritas sobre la pobreza infantil; la que facilita la propia administración sobre la precariedad laboral, detenernos en los problemas de los jóvenes para encontrar un alquiler de acuerdo con sus ingresos o la de los viejos que deben elegir entre las medicinas o la cena. ¡Pobre país rico!
Y aquí –y así– estamos. Con la izquierda llamando a las puertas del poder democrático –el gobierno – para poner en marcha políticas de igualdad, de mejoras en La sanidad y la educación públicas, la transición ecológica, la robotización, el enfriamiento de la economía (a unos les pillará con el abrigo puesto) que hará temblar a los de siempre. Es una lucha desigual contra una hidra de muchas cabezas que no quiere perder su poder –económico y político- que así nos tiene: un pobre país de ricos.

Pobre país rico

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