La casa de Kiko y Fátima

Las leyes están para cumplirlas y los gobiernos para hacerlas cumplir. Para ello disponen de métodos coercitivos aceptados por el conjunto de la sociedad en aras de una convivencia pacífica y de la legitimidad del poder. Esta reflexión se remonta a tiempos de Max Weber, uno de los teóricos de la burocracia. Esto es lo que propicia que todos nos atengamos a unas mismas reglas del juego. Bueno, la gente de a pie. La que tiene dificultades para llegar a fin de mes. Los otros, los de las tarjetas opacas, los “pisamoquetas” o los que abrazan la corrupción tienen otra vara de medir. Por suerte, poco a poco están cayendo. Esperemos que en un agujero profundo. En fin, lo que les decía. Todos tenemos que cumplir las normas. También en materia urbanística. Sobre todo en municipios como el de O Grove, donde esta cuestión es materia sensible. Pues bien, el que cumple, o cree cumplir, tras consultar con los expertos y en organismos oficiales no tiene nada que temer al respecto de sufrir algún tipo de sanción. Esto es lo que debieron pensar Kiko Bea y su esposa Fátima cuando un vendedor les ofreció comprar una casa situada a escasos cien metros del mar y cerca de la conservera Isabel. Era la vivienda soñada. Y el precio, asequible. Aunque con la condena de una hipoteca de 25 años. El matrimonio se ilusionó y asumió el esfuerzo de adquirir la casa de sus sueños. El papeleo, como en toda operación de compra-venta, fue arduo y pesado. Incluyó la gestión en el Registro de la Propiedad y el trámite de la firma de la hipoteca, entre otros muchos dolores de cabeza. Pues bien, nadie les advirtió que el edificio estaba afectado por Costas y, por tanto es ilegal. La consecuencia de ello no es otra que la demolición. Una última sentencia del Tribunal Superior de Xustiza de Galicia así lo estima. Solo queda la espera del recurso de amparo interpuesto al Tribunal Constitucional. Y debe ser justo. Si se estima que hay que tirar la casa porque es ilegal, que se haga, pero no sería de recibo dejar a este matrimonio en la calle, pagando la hipoteca de una vivienda hecha escombros y obligándoles a asumir el coste de un alquiler. Es más, deberían ser indemnizados por este timo. No es de extrañar, pues, que el pueblo de O Grove entero se haya solidarizado con ellos. Es de justicia.

La casa de Kiko y Fátima

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