El “don” de los munícipes

La política local es apasionante para la mayoría de alcaldes y concejales de la comarca arousana, así como para muchos aspirantes, pero algunos piensan que están llamados a empresas mayores y con el paso del tiempo en el ejercicio del poder se acomodan en la rutina de la costumbre y comienzan a pensar en otras veleidades que les puede dar la vida. Ser regidor o edil en cualquier localidad supone un ejercicio diario de humildad, de estar inmerso de forma constante en la realidad, de conocer la necesidad que tienen sus vecinos y la obligación de buscar soluciones para hacerles una vida más fácil dentro de las posibilidades y competencias de cada administración.
Es una tarea ardua, ingrata cuando no se logra el objetivo y tremendamente satisfactoria cuando una gestión fructifica y beneficia al conjunto de la ciudadanía. Esta es la esencia del munícipe que tiene vocación de serlo, del que sabe que ocupa un puesto de responsabilidad porque sus vecinos han confiado en él. Ocurre que si esto se repite en varias convocatorias electorales consecutivas, algunos confunden esta confianza con obligación y en favores los derechos que tienen los administrados a recibir servicios.
Y cuando algunos cargos públicos llegan a este punto ya se creen con derecho a ejercer una política de bastón y mando, faltando al respeto a la oposición porque goza de mayoría absoluta e ignorando los problemas de los vecinos que no son de su cuerda.
Son casos aislados, pero los hay. En Boiro, con Juan José Dieste, tenemos el ejemplo de un alcalde que no soporta que le discutan y le lleven la contraria en el debate político, hasta el punto de expulsar a los contrincantes que no se doblegan bajo la amenaza de ordenar su desalojo a un policía, dos, tres o los que hagan falta.
De momento no ha amenazado con detener a los vecinos de Esteiro que se quejan de un bombeo de aguas fecales directamente al mar, simplemente les ignora y solo su constancia permite que se pueda solucionar el problema. Los afectados se quejan de la “deixadez” del regidor que da la impresión que solo atiende de buena gana a quien le riega los oídos.
Los ayuntamientos no tienen una pócima mágica que arregle todos los problemas, ni recursos suficientes para ello, pero lo mínimo es atender a quien sufre los malos olores y la insalubridad de ese bombeo de fecales al mar, algo que la Administración local tiene que solucionar sí o sí, porque entonces no solo estamos hablando de presuntas prepotencias de los gobernantes, sino de permitir que un episodio contaminante se repita en el tiempo haciendo poco o nada para evitar ese daño ecológico. Ahora, al fin, ya hay obreros en la zona trabajando.
Lo que pudo suceder es que los vecinos de Esteiro no utilizan el “don” antes del nombre del alcalde de Boiro, pero no creo que este regidor, de fácil enfado y amigo de las medidas unilaterales, lo tenga demasiado en cuenta, porque igual piensa que se merecen lo que les pasa por atreverse a ponerlo en evidencia denunciando públicamente lo que ocurre.
En fin, confiemos que a Juan José Dieste le venga el “don” que requiere la habilidad para hacer bien una cosa.

El “don” de los munícipes

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