En busca de una máquina del tiempo

a repetición de las elecciones ha servido, básicamente, para que Vox recogiese los frutos de la inmensa campaña mediática que le ha beneficiado durante las últimas semanas y que tuvo su culmen el día del debate televisado cuando su candidato, de forma inteligente, fue capaz de deslizar su discurso sin que nadie lo contradijese. La ultraderecha es la gran vencedora de una cita con las urnas que nunca tenía que haberse dado y ahora los partidos que se negaron más veces que Pedro a Jesucristo están obligados a alcanzar un acuerdo todavía más difícil que hace unos meses debido a la nueva composición del hemiciclo.
Desde luego que hay partido y posibilidades matemáticas para que Pedro Sánchez mantenga la presidencia del gobierno, aunque, como es lógico, se verá obligado a ceder mucho más de lo que desearía.
Los socialistas ganaron las elecciones pero para muchos de ellos está siendo una victoria amarga porque el punto de partida para alcanzar un pacto que desbloquee la gobernabilidad de España de una vez por todas está más lejos en esta ocasión.
En medio de los gritos de “a por ellos” de la militancia de Vox, la socialista le daba el sí a Pablo Iglesias en un ejercicio de autodefensa de las fuerzas progresistas que, aún así, necesitarán del apoyo de los partidos nacionalistas con todas las ampollas que ello produce en una sociedad polarizada y sensibilizada con lo que ocurre en Cataluña.
La realidad es esta. España es diversa y en su territorio se viven diferentes realidades que ahora tendrán un contrapeso importante con una ultraderecha que tendrá capacidad para recurrir al Tribunal Constitucional algunas decisiones y complicar las cosas todavía un poco más según el punto de vista desde donde se miren estas decisiones.
En Galicia, PP y PSOE registraron un empate técnico, con las fuerzas progresistas superando con creces en número de escaños al centro derecha. También aquí subió como la espuma Vox y se cayó Ciudadanos, pero ojo con extrapolar estos datos a unas autonómicas como se está haciendo desde diversos foros progresistas, porque el panorama será distinto con la casi segura presencia de Alberto Núñez Feijóo como candidato popular y la posibilidad de que Cs tenga representación o la ultraderecha siga cotizando al alza. Entonces las cuentas que ahora se hacen no valdrían de mucho porque habría otras sumas.
En O Salnés, el PP fue la fuerza más votada con poca diferencia con el PSOE que se mantiene sólido frente a Podemos, que bajó un poco, lo que subió el BNG y la irrupción de Vox con mucha fuerza. Ciudadanos mantuvo la tendencia a la baja, quizá porque Albert Rivera, recién dimitido por ello, apostó demasiado fuerte al todo o nada con un discurso errróneo para una formación de centro que le salió mal. Pagó también la falta de infraestructura, algo que quedó patente en Meaño con un PP sin interventores en todas las mesas y mostrando debilidad a nivel orgánico, aunque no en el número de votos depositados en las urnas, lo cual también es significativo.
A estas horas, unos y otros buscan analgésicos contra la resaca electoral y muchos desearían que el invento de la máquina del tiempo fuese una realidad para activar el botón de volver al 28A, donde estaban incómodos, pero no resignados como ahora.

En busca de una máquina del tiempo

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