La diplomacia del martillo

a política local se caracteriza, entre otras muchas cosas, por la defensa de lo cotidiano, por velar por el interés de los vecinos y dotarlos de los servicios básicos mínimos. Eso es en esencia lo que ocupa y preocupa a la mayoría de los alcaldes quienes, además, tienen la obligación de buscar recursos para inversiones encaminadas al bienestar de sus conciudadanos. Entre sus funciones también se encuentra la de llamar la atención sobre injusticias, incumplimientos o falta de inversiones en el municipio de turno por parte del resto de las administraciones que, como es lógico, manejan muchos más euros para este fin. Entra aquí, por tanto, la función diplomática que todo político debe poseer, ya sea para tender la mano cuando sea preciso o utilizarla pasa asir el martillo con el que golpear, metafóricamente hablando, claro.
La confrontación suele ser más o menos fuerte en función del color político de cada institución, una cuestión creo que asumida por todos los que ocupan algún cargo de responsabilidad. Todos ellos saben que tarde o temprano tendrán que tragarse algún sapo en el desayuno. El problema surge cuando se produce indigestión y esto es lo que está ocurriendo entre el Concello de Vilanova de Arousa y la Diputación Provincial de Pontevedra.
Lo que para unos supone un agravio sin precedentes, para los otros se trata simplemente de un formalismo y de corregir errores que otros, léase el gobierno provincial popular anterior, hubieran podido cometer a la hora de redactar los proyectos que apenas han podido ponerse en marcha. Si todo esto se adereza con la personalidad de cada uno, podemos encontrarnos con una situación como la actual, en la que los descalificativos suben de tono cada día.
Primero fue la paralización de la obra del auditorio, después la decisión de no ejecutar la variante de Baión y ahora alimenta la polémica un socavón aparecido en el vial de As Sinas, una carretera de titularidad provincial. Como era de esperar cada una de las actuaciones que se han dejado de realizar ha tenido una respuesta contundente por parte del alcalde vilanovés. Gonzalo Durán no se ha mordido la lengua en ninguna de las ocasiones y todo apunta a que continuará en la misma línea. Es de esperar que las relaciones institucionales estén al margen de las personales a la hora de planificar proyectos e inversiones, pero de todos es conocido que guardar las formas siempre ayuda.
La reacción de Gonzalo Durán es eminentemente partidaria y política. Seguro que en su partido aplauden algunas de sus acciones y, aunque con la boca pequeña, censuren o critiquen otras. Pero los populares saben, y los del resto de formaciones se están dando cuenta ahora, que el alcalde de Vilanova se caracteriza por decir lo que piensa en cada momento, independientemente de quien gobierne. Sus confrontaciones dialécticas con responsables autonómicos del PP son conocidas, sobre todo la protagonizada en una Consellería con motivo del retraso de las obras del Hospital do Salnés. No trascendió públicamente, pero su postura en esa reunión forma parte ya del anecdotario político de esta comarca. Dicho todo esto, pienso que se puede ser crítico, denunciar lo que se cree una injusticia y reivindicar lo que corresponde sin recurrir al exabrupto.

La diplomacia del martillo

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