“Yo no he sido”

Creo firmemente en la autogestión. Pienso que no hay jefe más exigente que uno mismo y que los límites a la hora de marcarse retos solo los sabe quien realmente se los propone. De nada vale tutelar a un profesional si al final no se logra la motivación necesaria para que desarrolle su labor de forma excelente. Además, puede darse el caso de que quien tiene la potestad de encargar a otro una encomienda, sea cual sea, se crea que solo él sabe hacerla bien por lo que cualquier resultado que le traigan los demás no se ajustaría a lo deseado. Más que nada porque hay personas que, en el fondo, necesitan decir que algo se ha hecho mal para matar complejos o, simplemente, pensar, de forma equivocada, que así se ejerce una mayor autoridad o control sobre lo que hacen los demás, generalmente subordinados.
Pero una cosa es la autogestión, es decir, la responsabilidad adquirida por un profesional, y otra bien distinta permitir el libre albedrío. Es evidente que en toda actividad, aunque la desarollen los más cualificados, es obligado disponer de toda la información y actuar de una manera u otra en caso de que sea neceario para que las cosas salgan como Dios manda.
Este modo de actuar se puede aplicar perfectamente a la relación entre las empresas privadas y las administraciones públicas. Cuando alguien ofrece un servicio, en principio positivo y beneficioso para una ciudad, lo lógico es que, una vez conocidos todos los pormenores, se acepte y se apoye.
Esto es lo que le debió parecer al alcalde y al concejal de Deportes de Vilagarcía cuando dieron su visto bueno a la celebración del Triatlón Rías Baixas en la capital arousana. Como ya saben, esta prueba tuvo que suspenderse cuando más de 350 participantes, procedentes de varios puntos de España y Portugal, además de gallegos y locales, estaban en bañador esperando a que alguien diese el pistoletazo de salida.
El ridículo fue espantoso cuando la organización se vio obligada a suspender la competición con el lógico asombro e indignación de los deportistas. Ahora nos encontramos en el momento de las acusaciones mutuas entre empresa y Concello sobre quién es más culpable del fiasco, como si esto fuese determinante para paliar el daño causado a la imagen de Vilagarcía, una ciudad que tiene en los eventos deportivos de primer nivel uno de sus reclamos turísticos más importantes en temporada baja.
Faltan muchas cosas por aclarar sobre lo sucedido, pero da la sensación de que a unos se le quedó grande una prueba de estas características y otros pecaron de exceso de confianza, precisamente, porque creían en la autogestión, lo que nos lleva a la conclusión de que este aspecto de la vida está bien cuando se conoce la trayectoria de primera mano y hay experiencia en el trato a través de los resultados. Lo que está claro en este asunto es que el control del trabajo a través de la información y la comunicación previa no fue lo fluida que tendría que ser y ahora nos encontramos en esta situación, donde los unos le echan la culpa a los otros sin más afán que escurrir el bulto y que sean los demás quienes apechuguen.
A veces se delega tanto, que los políticos solo se acuerdan de la organización de una competición deportiva cuando los llaman para entregar las medallas a los ganadores y salir en la foto con una sonrisa. Sin embargo, cuando tocan bastos, dedican todos los esfuerzos ahorrados previamente para tratar de eludir responsabilidades, alejarse del problema y gritar “yo no he sido” para desviar la atención y tapar el fiasco.

“Yo no he sido”

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