Remiendos

La analítica confirmó que el agua que sale de los grifos del colegio Rosalía de Castro de Carril no es apta para el consumo humano, razón por la que las autoridades competentes, léase la Consellería de Educación y el Concello de Vilagarcía decidieron prohibir su uso con buen criterio. Lo que no sabemos es cuánto tiempo han estado los alumnos de ese centro escolar consumiendo un líquido que no es adecuado para la salud. El color rojizo con el que salía hacía pensar en que el problema estaba en las tuberías y así lo pusieron de manifiesto desde la ANPA. Bastó esperar por el resultado del laboratorio, que tuvo suspense al tener que aguardar por una pieza procedente de Alemania para completar el trabajo, para confirmar que el nivel de hierro que presentaba el agua analizada doblaba el máximo recomendable.
Y claro, la Consellería se apresuró a anunciar la ejecución de las obras necesarias para sustituir de inmediato las tuberías en mal estado para restablecer la normalidad lo antes posible. Esta reacción es la adecuada y lo que se espera de una administración pública responsable, si no fuese porque se hizo de rogar y no se tomó la decisión hasta que se comprendió que no había más remedio.
Para mayor cúmulo de despropósitos, lo que se pretendía en un principio era que la factura se pagase a escote con el Concello de Vilagarcía cuanso se trata de una competencia autonómica. 
Un caso como este, en el que está en juego la salud de la comunidad escolar, la solución debe ser una prioridad y es obligación de los políticos buscar el dinero debajo de las piedras para garantizar que el agua que sale del grifo de un colegio público sea potable. Estamos hablando de un asunto en el que hay niños de por medio y resulta inconcebible que esta irregularidad se mantuviese durante tanto tiempo.
Los padres, en vista de los acontecimientos, han tenido una paciencia infinita y un saber estar digno de admiración. Habría que ver a esos mismos que no tuvieron prisa o que se querían ahorrar unos eurillos si estarían tranquilos sabiendo que sus hijos podrían estar bebiendo un día sí y otro también agua en mal estado, o al menos, sin los parámetros que se exigen para su consumo.
La reacción del gobierno local en este caso ha sido positiva al situarse al lado de los afectados, ofrecer colaboración en la medida de sus posibilidades a la Xunta y tomar la decisión de analizar el agua del resto de los colegios para que no quede ninguna duda.
Después de toda esta tormenta, la Consellería de Educación ha decidido actuar y, aunque tarde, el problema quedará resuelto a la vuelta de las vacaciones de Semana Santa con la instalación de nuevas tuberías en el colegio de Carril, que debe recibir una inversión global acorde a sus necesidades para que estas obras no se queden en un simple remiendo.

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