¿Sálvame? Sí, dígame

La evolución de la clase política es constante y no parece tener límites, sobre todo en épocas cercanas a una cita con las urnas. Desde que en los setenta los norteamericanos comenzaron a prestarle más atención a la imagen con apariciones más o menos pactadas, y pagadas, en la televisión y en el resto de medios de comunicación, las campañas electorales y la promoción de los candidatos giran en torno a su figura. El discurso importa cada vez menos y optan por el eslogan y por el mensaje directo, en lugar de profundizar en los problemas y aportar alternativas en positivo para solucionarlos. Los grandes partidos se sienten cómodos con este sistema. Disponen de medios y altavoces para comunicar lo que quieren sin demasiadas trabas. Sin embargo, desde la irrupción del movimiento del 15-M, la sociedad, al menos la más crítica, ya no se conforma con clichés preconcebidos ante cualquier asunto. Esa movilización de las conciencias ciudadanas, entre otras motivaciones, derivó en el fenómeno de Podemos, una formación nueva, de carácter asambleario y que aglutina el sentir de una buena parte de los descontentos con la política “oficialista”. Llevan poco tiempo compartiendo espacio con los que denominan “casta”, pero ya están dejando su impronta. Sus detractores los acusan de ser populistas y de presentar propuestas inalcanzables en los tiempos actuales. El líder de Podemos, Pablo Iglesias, aprovechó como nadie sus minutos en La Sexta para promocionarse y esta práctica ha calado. El flamante secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, no ha tardado en recoger el guante. El presentador de Sálvame, Jorge Javier Vázquez, criticaba con dureza al alcalde socialista de Tordesillas por permitir la celebración de la fiesta del toro de la Vega. Admitió en directo que era votante del PSOE y que ya no lo haría más mientras continuasen esa y otras celebraciones en las que se maltratasen a los animales. Bastaron esas palabras para que el teléfono sonase en directo y... Oh! Sorpresa... No era Matamoros, ni Patiño, ni Belén Esteban o Mila Ximénez. Era Pedro Sánchez. Por la mañana debatió con Rajoy sobre la reforma fiscal y por la tarde reflexionó con el famoso presentador televisivo sobre la necesidad de establecer una ley que impida esas prácticas. Recuperó al votante socialista, quien aprovechó para invitarlo a someterse al polígrafo de Sálvame Deluxe. Si quiere popularidad, o populismo, que vaya. Su audiencia es millonaria. Ahora bien... ¿Es serio? Los palmeros dirán que sí.

¿Sálvame? Sí, dígame

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