Un aseo en Vilariño

l Arzobispado ya está tardando en mantener una reunión con los representantes de los vecinos de la parroquia cambadesa de Vilariño que solicitan la construcción de unos aseos públicos cerca de la iglesia para dar servicio a los fieles que acuden allí regularmente a los oficios religiosos o de forma esporádica a alguna fiesta o evento. Llevan unas 900 firmas, algo que no es sencillo de conseguir si se tiene en en cuenta que el cura está en contra de esta infraestructura tal y como la conciben los vecinos.
Como observador de la situación, me extraña que un sacerdote se distancie de quien ha trabajado y regalado su tiempo libre en beneficio de la parroquia. Negarse en redondo a cumplir los deseos de los feligreses para que impere la voluntad de uno es poco inteligente en estos tiempos porque, pese a la edad de cada cual, pienso que todas las personas hemos evolucionado hacia la tolerancia y el pensamiento democrático, es decir, en aceptar los designios de la mayoría aunque nosotros pensemos diametralmente lo contrario.
No se trata de dar lecciones de moralina, pero en un momento en el que la fe llama cada vez a menos gente no parece adecuado enfrentarse a quien, después de todo, evita que una parroquia y un patrimonio, aunque sea eclesiástico, caiga en el abandono. Jugar con las creencias y la fe de las personas de buena voluntad es un ejercicio que da resultado durante un cierto tiempo, pero después lo que trasciende es la gestión realizada en una institución.
Entiendo que un cura es una figura muy importante en la sociedad actual, pese a la masiva pérdida de creyentes, pero esto no da patente de corso. Quien piense que las personas son como ovejas a las que hay que guiar y que todas ellas dependen de lo que un pastor decida en un momento determinado supone un insulto a la inteligencia o, como he dejado entrever antes, vivir en tiempos que, por fortuna, ya no volverán.
Puede que el cura de Vilariño piense que tiene toda la razón del mundo y que por ello trate de llevar el ascua a su sardina, pero en este momento se debe a lo que reivindican sus feligreses y no veo en que unos aseos aquí o unos metros más allá y que tengan este u otro diseño sea un elemento tras trascendental como para abrir una brecha social.
Claro, puede apelarse a la mayoría silenciosa, esa que no se manifiesta ni firma. A lo mejor son más de los que dan la cara, pero si tengo que quedarme con alguien lo hago con quien se compromete y quien deja que lo señalen, más que nada porque arriesga en beneficio de los demás.
De todos modos, lo aconsejable en estos casos es dejar a un lado el orgullo y las prerrogativas que uno piensa que tiene y buscar un consenso a través del diálogo y la negociación, de forma que un punto intermedio pueda contribuir a normalizar la situación. Lo que no es de recibo es que un creyente no pueda manifestarse con libertad por temor a quedarse sin cura, sin misa y sin aseos públicos.

Un aseo en Vilariño

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