La paz que busca Colombia

El cartero llama dos veces. Escaldado por el rechazo de los colombianos en el plebiscito del 2 de octubre al acuerdo de paz firmado entre el Gobierno y las FARC, el presidente Santos ha decidido volver a intentarlo, pero esta vez sin urnas. Esta vez someterá a votación en el Congreso el nuevo acuerdo pactado el día 12. Es una forma de acotar riesgos visto que los detractores del plan denuncian que el pacto es una copia maquillada del que se firmó en La Habana.
El nuevo acuerdo establece lo que Santos denomina “ajustes”. Entre otros el que, además de entregar las armas, obliga a las FARC a declarar y entregar sus activos para resarcir a las víctimas de las acciones terroristas. También incluye medidas para frenar el tráfico de drogas y enmiendas en cuestiones referidas a la participación política de los miembros de la FARC en el futuro. Es sabido que a Santos la Academia sueca le concedió el premio Nobel de la Paz. Quizá por eso ha visto reforzada la causa que parece haber dado norte político a su vida.
En sentido contrario, su antaño compañero político y hoy empecinado rival, el expresidente Uribe, sigue instalado en el “No” al acuerdo pese a que el nuevo texto incorpora más de la mitad de las condiciones reclamadas por quienes se oponen al pacto. Los opositores aducen la lenidad de las medidas para juzgar los crímenes de las FARC. El acuerdo también concreta garantías jurídicas para los miembros de las fuerzas de seguridad susceptibles de ser perseguidos por sus excesos. En el primer acuerdo se abría una vía directa para la participación política de los guerrilleros en el Congreso. Esa franquicia está matizada en el segundo. Les garantiza una decena de escaños fijos entre las dos Cámaras. Santos tiene mayoría en el Congreso. Está a punto de lograr el sueño de paz que busca Colombia para acabar con la guerra.

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