Decepcionante

El discurso de Pedro Sánchez en el Congreso fue decepcionante. Se podría resumir en dos grandes apartados: la posibilidad de que “las Izquierdas” gobiernen España durante cuatro años, y la exhumación de los restos cadavéricos del dictador.

En cuanto a “las Izquierdas”, sin descender al detalle, me parece tan nebuloso, como si un Pablo Casado invitara a un gobierno de “las derechas”. He soplado el suficiente número de tartas de cumpleaños para llegar a saber que lo más parecido a un tonto contemporáneo de izquierdas es un tonto contemporáneo de derechas, de la misma manera que un homosexual estúpido posee semejanzas asombrosas con un heterosexual gilipollas. Y ya no te digo lo iguales que parecen una feminista necia y una mujer del montón perteneciente al sindicato de las mentecatas.

El problema de esta indefinición, de este ocultamiento de lo que va a hacer el futuro presidente del Gobierno, es porque antes de hablar del programa y de las cosas que convendría realizar en este país, que tiene su sistema de pensiones en peligro, su deuda externa en el desiderátum, su magnífico sistema sanitario sujeto con imperdibles, y el crecimiento del empleo al borde de los soplos de viento, se han puesto a repartirse ministerios, es decir, que han puesto el carro delante de los bueyes, y creen que con decir “esto es de izquierdas” ya es intrínsecamente positivo, bueno, saludable y aplicable lo mismo al reuma que a la diputaciones provinciales.

Pedro Sánchez se calló lo que piensa hacer en materia tributaria, en políticas de vivienda, o cuál va a ser nuestro papel en la Defensa del mundo occidental, y qué haremos si el Reino Unido y Estados Unidos y la Unión Europea comienzan a ponerse bravos con Irán. Y lo peor es que no fue por discreción, que no es el momento, sino porque no lo sabe. Claro que si el otro gran e ilusionante proyecto es sacar los restos de Franco –que sí, que hay que sacarlos– vaya programa para suscitar entusiasmos y aclamaciones.

Decepcionante

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