LAS PISCINAS

No ha pasado ni la mitad del verano y si mis cuentas no fallan llevamos seis niños muertos en las piscinas de nuestro país y un séptimo en un río. El dato es escalofriante. No tengo adjetivos para definir la tristeza que siento al escuchar estas noticias. Los fallecimientos, todos por ahogamiento, se produjeron tanto en piscinas públicas con servicio de socorristas, como en piscinas privadas, una de ellas hinchable.
No podemos obviar la innegable responsabilidad que tenemos los padres, pues la paternidad es una bendita esclavitud que exige una vigilancia las 24 horas al día de unos niños que carecen de la idea del peligro. Pero junto a esta inicial causa de los accidentes, no podemos obviar otras causas concurrentes que deben ser objeto de una reflexión. La difícil, por no decir imposible a veces, conciliación de la vida laboral y familiar puede servirnos para explicar este tipo de fenómenos.
El inicio, a mi entender, de unas muy largas vacaciones escolares de verano que no guardan proporcionalidad con las cortas vacaciones profesionales de los progenitores; unido al avance social del acceso de la mujer al trabajo, ha provocado que las unidades familiares, como consecuencia del proceso productivo, estén formados por parejas en las que ambos cónyuges trabajan.
Ello trae como consecuencia o bien dejar a los niños al cuidado de sus abuelos (los más privilegiados) o por el contrario acudir a caros campamentos de verano en los cuales los niños están cuidados por unos monitores, que obviamente, y pese a su profesionalidad, no pueden atender a un niño como si fuera su propio hijo.
En relación a la capacidad de respuesta de los abuelos, parece obvio concluir que la rapidez con la que estos mismos abuelos educaron a sus padres no la pueden mantener ahora con los nietos. Es pura ley de vida. Luego debemos reflexionar sobre dos cuestiones –pues el fatal accidente está fuera de nuestro alcance y comprensión–, la primera la reducción de las vacaciones escolares y la segunda la exigencia de una unificación de horarios en las profesiones al estilo más norteeuropeo, de tal forma que las tardes puedan ser disfrutadas por los padres en el cuidado y atención de los menores.

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