El Herodes del naval gallego

Habrá que confiar en que Pemex tenga a bien salvar al sector naval gallego. Al menos al privado, aunque más que colocarlo bajo su manto protector como suministrador único de buques, la petrolera lo que ha hecho es comprarse la mayoría en el consejo de Barreras y, a partir de ahora, ya se verá cuáles son las intenciones que la cúpula de la empresa reserva para su nueva compañía.
De cualquier modo, seguro que a estas alturas más de un trabajador de Navantia en Ferrol estaría encantado de entrar a formar parte de alguna multinacional a cambio de tener el futuro más claro. Seguro que algún día no muy lejano, el caso de los astilleros ferrolanos se pone de ejemplo en alguna facultad de dirección de empresas para explicar a los aprendices de CEO qué es lo que no se debe hacer para mantener a flote una compañía.
Hace falta ser muy burro o tener muy mala fe –o ambas cosas a la vez– para cargarse una empresa puntera, que destacaba por la calidad de sus trabajos y por la tecnología aplicada en sus construcciones. Hubo un tiempo en el que el simple hecho de que un buque fuera construido en las gradas de la ciudad departamental era sinónimo de calidad. Como lo fueron las farias de A Coruña o las conservas gallegas. Ahora, la Fábrica de Tabacos herculina es una ruina a la espera de que las togas ocupen lo que en su día fueron laboriosos talleres y cuando uno abre una lata no sabe si el mejillón que consume es de Paquistán, Chile o China.
Por desgracia, parece que lo mismo sucederá con los astilleros ferrolanos, después de que el sector en Vigo quede a expensas de lo que se decida en México DF.
Es evidente que el futuro todavía no está escrito y que cualquier situación es reversible menos la muerte, pero el problema es que para que la situación no termine dejando desiertos los terrenos que ahora ocupa Navantia hace falta voluntad política y unidad y de ninguna de las dos cosas andamos muy sobrados.
A lo peor, un día alguien se digna a explicar a todos los gallegos qué beneficios obtuvo España cuando en su entrada en la UE aceptó que se permitiera a Navantia construir únicamente barcos militares en sus instalaciones gallegas.
Del mismo modo que el sector lácteo gallego o el pesquero pagaron un alto precio por el ingreso en aquella CEE, también el naval sufrió el peaje de la nefasta negociación que para Galicia realizó el Ejecutivo de Felipe González.
De cualquier modo, de nada sirve mirar ahora al pasado y pedir explicaciones a quienes ya nada pueden ni quieren hacer, pues ni siquiera lo hicieron cuando podían. Lo único que se puede sacar en limpio de esta sinrazón es que los astilleros gallegos molestaban a alguien y nuestra particular Salomé sirvió su cabeza en bandeja de plata a un misterioso Herodes.

El Herodes del naval gallego

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