Empatía y corrupción política

stamos tan alienados que nos inclinamos por votar a políticos que saben ganar nuestra empatía sin tener en cuenta lo más importante que es defender el interés general. Necesitamos políticos con capacidad y honestidad que no nos engatusen con sus mentiras y artimañas. Cuando están en la oposición prometen lo que después no cumplen al llegar al gobierno.
Hay una TV que contrasta lo que dicen y prometen nuestros políticos y sin embargo estamos acostumbrados a no darle importancia y en todo caso nos limitamos a decir que “todos los políticos son iguales”, en vez de hacer un pequeño esfuerzo para analizar que, como en todas las profesiones, la excepción no es regla general.
En la política hay corrupción porque el poder la quiere y parte la práctica. Sin embargo no llama la atención la corrupción en el fútbol de categoría alta. No nos escandalizamos  del dinero que  mueven fraudulentamente, fraude fiscal, comprar futbolistas operando en paraísos fiscales, cantidades desorbitadas por compra futbolistas, maquinación contable de los  clubs, recalificando terrenos etc. Por encima les jaleamos y aplaudimos apasionadamente. Es el opio del pueblo.
Lo mismo hacen los votantes afines a su partido, le sigue votando aunque sean corruptos. Pero cuando se trata de la corrupción del adversario la cosa cambia, cacarean por todos los rincones como si fueran cacatúas sin hacer el más mínimo esfuerzo en buscar pruebas, ni  la presunción de inocencia.
Aunque nuestra gente tiene grandes cualidades, en civismo estamos bajo cero. Así la democracia se convierte en una farsa de lo que se aprovechan los de siempre manipulándonos para que sigamos en la ignorancia que tanto benéfica a los poderosos. 
Pero también en justicia hay que decir que he conocido muchos políticos y dirigentes de clubs y otras organizaciones sociales que fueron honestos y eficaces, pero han sido devorados por depredadores sin escrúpulos sin capacidad y mérito alcanzando con sus malas artes el poder que luego hacen lo que haga falta para conservarlo. Algunos casos los vamos conociendo, no porque los órganos judiciales estén atentos, ni por los órganos  de control los hayan perseguido, porque el egoísmo de poderosos han están bien instalados en las instituciones. La justicia irá estirando el chicle hasta que quede se  quede  en un hilo invisible siendo perdonado sin reparación el daño causa como rezan las leyes.
Debemos de ansiar trasparencia y una verdadera ley para que obligue a los profesionales de la justicia para aplicarla a todos por igual en proporción al daño causado sin convertir las instituciones en confesionario que perdona los pescados.

Empatía y corrupción política

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